Revista Umělec 2009/1 >> Sobre zanahorias, guerra y anárquia: Carthago est delenda, Editorial en 3 partes | Lista de todas las ediciones | ||||||||||||
|
|||||||||||||
Sobre zanahorias, guerra y anárquia: Carthago est delenda, Editorial en 3 partesRevista Umělec 2009/101.01.2009 Alena Boika | Editorial | en cs de es |
|||||||||||||
1. Escribí este texto de camino a Luxemburgo, en cuatro trenes diferentes que tuve que coger para llegar a Colophon, simposio internacional de revistas. Dicho evento me pareció muy atractivo hasta que, en vísperas de partir hacia allí, descubrí que el llamado flash-pass, un pase que daba derecho a participar en el simposio, valía 100 euros. Sí, sí, en la página web con mucha antelación ponían: “Compre su flash-pass ahora y evitará un dolor de cabeza para Ud. y para nosotros”, pero yo, en mi nostalgia postcomunista creí que no se trataba de participantes invitados, sin los cuales, según me parecía, el evento no podría celebrarse. Me estaba equivocando. …De camino leo “Antología del anarquismo y el radicalismo izquierdista contemporáneos” y me persigue un pensamiento: Carthago est delenda (lat. Cartago debe ser destruida). …Estoy pensando en cómo se preparaba este número de la revista, en lo importante que parecía decir algo sobre la guerra, ya sea en Georgía, en Israel, en Chechenia o bien de la guerra en general. Luego llegó “la crisis económica mundial” y todo el mundó dejó de ocuparse de aquello. En las noticias empezaron a escribir de las cosas que se estaban cayendo: la economía, la industria, los empleos y el dólar, mientras que las bombas que caían a lo lejos, en alguna parte, perdieron todo protagonismo. Incluso apoyo a la crisis, a diferencia de la guerra, y espero que destruya entidades deformes y redundantes como Colophon que despersonalizan cualquier iniciativa creativa y personal. Me gusta la palabra Purgatorio. Apoyo a la crisis, si con ella no quedara dinero para guerras y para Colophon. …Estoy pensando en el hogar y en la guerra. En esta edición estos temas principales se entrelazan entre sí. El hogar es lo primero que destruye la guerra. Lo primero que uno pierde y trata de conservar, aunque suene muy trivial. La verdad es trivial. Estoy pensando en el orden de las cosas. No es culpa mía que no haya orden en un mundo donde Colophones abundan como setas. Al parecer el orden de las cosas está alterado, o bien nunca existió. En este caso sólo queda incitaros a la anarquía como el mejor modelo de autoorganización, de la vida y del proceso creativo que nadie puede llamar producción artística; a la anarquía que no deja lugar a guerras, ya que todo - una guerra donde no hay hogar, un hogar donde no hay arte - todo es arte. El tren Franz Kafka. 12.03.2009
2. …Un amigo me escribió a medianoche: estoy comiendo zanahoria, ¿sabes lo raro que es comer zanahoria? Al verme rodeada de gente que hace diferentes revistas, en su mayoría sobre la moda y el diseño, (oh, sí, cosas bonitas que embellecen a la gente, les dan estilo y las vuelven “superguay”), y al pagar un billete arrugado de 100 euros para estar entre ellos, no podía evitar la sensación de ser un bicho raro. Al ver la foto de todos los que trabajábamos en la redacción justo en la parte central de la exposición, pensé que ninguno de mis queridos compañeros de trabajo, incluido el editor, nunca verían aquella presentación de nuestra revista colgando con elegancia de un cordón metálico. Ni yo tampoco, si no hubiera sido por las circunstancias. Mirando las revistas presentadas en la exposición llego a la triste conclusión de que a la mayoría de las personas les interesan los adolecentes de ambos sexos, lo que lleven puesto o mal puesto, un juego a lo punk donde para dar más veracidad aparecen elementos decentes de murge, fotos de estudio que pretenden ser instantáneas, órganos sexuales camuflados y cualquier cosa que pueda ser interpretada como algo que tiene que ver con el sexo. Lamentablemente, no hay zanahorias, sólamente hay fresa con nata que da tedio. Luxemburgo, 14.03.2009 3. El la última tarde cuando casi me había consolado al escribir en la pared It should be public (debería hacerse público) unas declaraciones, al exponer todo lo que estaba pensando y al discutir con los demás participantes cuestiones dolorosas para mí, me vi en una cena oficial de cierre (Closing Dinner). Al principio no pensaba ir allí, pero resultó que mi vuelta se había atrasado y empezaba a hacer frío en el parque. Mi primer asombro tuvo lugar ya a la entrada, cuando vi que los organizadores habían reservado sólamente unas 30 plazas, y eso que había unos 300 participantes. Como fui una de las primeras en llegar, también fui una de los "elegidos". Después de una cena muy elegante donde se sirvió pasta -que no como para nada-, pero era lo único que había para los pobres vegetarianos, me llamó la atención una rara pulsera de plástico en la muñeca de mi interlocutor, un simpático chico de Londres. El chico se cortó y dijo: “¿Tú no tienes una así? Los organizadores dijeron que si a uno le daban esto, no hace falta pagar la cena”. Al mismo tiempo, entre los comensales empezó cierto movimiento, ya que estaba llegando la hora de pagar y los más espabilados fueron donde estaban los organizadores a por las pulseras. Todo en mi interior se dió vuelta y me llenó una rabia blanca. No es que no tenía dinero para pagar aquella cena no planeada con comida que no había pedido, sino que lo que estaba pasando, sin duda alguna, lo catalogaba como “mal”. Como en la infancia, cuando infaliblemente, uno puede distinguir lo que está bien y lo que está mal, no podía seguir convenciéndome de que a fin de cuentas era un evento bueno, tanta gente y tantas revistas, Luxemburgo soleado, ilusiones y esperanzas. Quería creer que eran erróneas mis opiniones y mis calificaciónes de Colophon. Estaba hablando con gente, iba dócilmente a presentaciones, dejé la idea de hacer un incendio y trataba de ser buena. Casi llegué a creer que me estaba equivocando cuando pasó una cosa así. Cuando una persona que habían enviado a por las pulseras volvió con una, le dije:” ¿Puedes pedir una para mí y para esta chica y para esta otra?” No sabíamos que la cena era para unos pocos”. Todo el mundo se quedó callado, el enviado se quitó su propia pulsera y la tiró a la mesa. Todo el mundo se sintió incómodo. No podía quedarme callada, ya que mi elevado sentido de justicia exigía, por lo menos, expresarse de forma abierta. Mi intervención fue breve y sin rodeos, en contra de la discriminación, el racismo, el sexismo, la corrección política y la costumbre impotente de ser decente, aunque la situación llegue a ser horriblemente injusta. Cuando terminé mi apasionada intervención mis nuevos amigos trataron que taparme con sus anchas espaldas para que pudiera abandonar desapercibida el restaurante. Les parecía que importaba irme sin pagar; una sensación de calor y asco. Uno de ellos puso en mi mano la pulsera, con letra dorada ponía We love magazines (nos gustan las revistas). Como respuesta, en mi cabeza relumbró: Carthago est delenda. Klagenfurt, 25.03.2009
01.01.2009
Artículos recomendados
|
Comentarios
Actualmente no hay comentariosAgregar nuevo comentario