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Arte y basura
Revista Umělec
Año 2005, 3
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Arte y basura

Revista Umělec 2005/3

01.03.2005

Tony Ozuna | Desechos | en cs de es

Estética reciclada en la Europa central de la postguerra (1917-2005)

Al final de la catastrófica y sangrienta masacre conocida como Primera Guerra Mundial, el desilusionado ex combatiente Kurt Schwitters (1887-1948) se convirtió en artista. Al principio se unió a los dadaístas, pero finalmente desarrolló un estilo artístico que no pertenecía exclusivamente a ese grupo. Los dadaístas alemanes se concentraban en la atractiva Berlín, y Schwitters residía bastante lejos de allí en la «provinciana» ciudad de Hannover. Los dadaístas estaban en contra del arte, pero aun así seguían siendo artistas, o como mínimo artistas controvertidos. Schwitters no era tan comprometido. Se vestía más como un comerciante que como un anarquista y seguía sus propios pasos, más personales pero también más arriesgados.
Después de la guerra, Schwitters se dedicó a deambular por las calles. Paseaba por entre los escombros de los barrios bombardeados de la ciudad y, como un carroñero, acumulaba enormes montones de ladrillos y trozos de hormigón, y también basuras de las calles o de las alcantarillas; y con estos hallazgos creó su obra. Tenía la costumbre de recoger restos destrozados de cosas, pedazos de hierro tirados, cosas tan viejas e inútiles que se suelen aunar con el nombre de basura.
En una ocasión, Schwitters llamó a su método artístico Campaña para la salvación de ruinas y batalla contra el caos que había ocasionado la guerra. «Para economizar, pintaba sobre cualquier cosa que me cayera en las manos, porque éramos un país herido por la pobreza. Para el ser humano siempre existe la posibilidad de gritar por medio de fragmentos de desperdicios, y eso mismo hacía cuando los pegaba o clavaba entre sí. Era lo que yo llamaba Merz. Aquí no quedó piedra sobre piedra, y era importante erigir algo nuevo a partir de los fragmentos.»
Schwitters dividía su obra en tres categorías principales: Merzzeichnung (trozos de papel para la creación de collages), Merzbild (trozos de material más duro para crear ensamblajes) y Merzbau (o Catedral de miseria erótica, la obra vital de Schwitters, un proyecto escultórico-arquitectónico construido en su casa de Hannover).
La basura se convirtió en el material para las tres categorías de la creación artística de Schwitters. Para la producción de collages aprovechaba trozos de periódicos, envoltorios de chocolate, billetes de tranvía, entradas para el teatro, fotografías de revistas, etc.; los encontrara en su propia papelera o en la calle. Para ensamblar usaba clavos oxidados, «trozos de madera contrachapada, enrejado metálico, restos de paraguas, monedas, botones, bisagras rotas, platos rotos, cuero de zapatos, tejidos, astillas metálicas». Para el Merzbau utilizaba todo tipo de materiales vivos; el trabajo en este proyecto duró desde 1923 hasta 1937, cuando Schwitters fue obligado a abandonar la Alemania nazi. Merzbau, una de las obras de arte más audaces e inusuales de la Europa del siglo XX, fue aniquilada en 1943 durante un bombardeo aliado.
Una relevante aportación artística de Schwitters fue la incorporación de la basura a la creación, o más bien, la transformación de la basura en Arte. Aunque sus collages, ensamblajes y Merzbau sean a menudo toscos y desordenados, aportaban una segunda vida estética a objetos desechados; y hoy encontramos sus obras en museos y colecciones privadas, sin contar su Merzbau destrozado en Hannover y también su segundo intento de Merzbau en Noruega, en las proximidades de Oslo, donde Schwitters vivió una breve temporada después de su huida de Alemania. Su Merzbau 2 quedó reducido a cenizas en 1951, once años después de que Schwitters huyera de Noruega ante la ocupación nazi.
La última etapa de la vida de Schwitters está representada por la fascinante ópera El hombre y el muchacho: Dada (Man and Body: Dada), que compuso Michael Nyman y cuyo libreto fue escrito por Michael Hastings. En esta etapa de su vida, en 1945, Schwitters vive como un refugiado en Londres. Casi se ha convertido en un vagabundo, y sigue obsesionado con recoger basura; pero ahora está más interesado en recoger los curiosos billetes del tranvía londinense. En la ópera El hombre y el muchacho: Dada, Schwitters conoce e incluso se hace amigo de un muchacho huérfano de padre mientras se pelea por él para conseguir un billete de tranvía de la basura. Su amistad se hace más profunda a pesar de las profundas diferencias en sus motivos para escarbar en la basura. La afección común hacia los desechos, sin embargo, es más fuerte que sus diferencias personales.
La ópera El hombre y el muchacho: Dada fue representada por primera vez en la primavera de 2004 en el Teatro Nacional de Baden, en Karlsruhe. En 2005 estará en el repertorio del Teatro Nacional de Praga, a cargo de la excepcional Agon Orchestra.
De manera similar a Kurt Schwitters, que rebuscaba entre la basura urbana en Alemania, el artista japonés Naoaki Yamamoto examinó durante los años 1992-93 los escombros de los barrios más degradados de Praga. Pero Yamamoto era más exigente en su búsqueda que Schwitters. Sólo recogía puertas tiradas, de madera o de metal, eso no importaba. En un principio, llegó a Praga para estudiar la técnica de la pintura gótica checa, así que al igual que el maestro Teodorico, según comenta con una sonrisa, tuvo que aprender a pintar sobre madera.
Yamamoto pintaba figuras de puertas ya en Japón, pero nunca había pintado sobre puertas. Fue en Praga que se obsesionó con las puertas. Las uniformes puertas de los edificios prefabricados le inquietaban tanto que incluso tenía con ellas sueños horribles y claustrofóbicos. Yamamoto declara: «Es terrible estar rodeado por miles de puertas iguales que se cierran de golpe y tan fuertemente.» La uniformidad de las puertas checas estaba en completa contradicción con las ligeras puertas deslizantes de su casa japonesa, y cruzar las puertas checas a Yamamoto lo sacaba absolutamente de quicio.
Su espanto retrocedió un poco gracias a la belleza de las puertas más antiguas en las calles céntricas de Praga. Cada una era diferente, decorada, antigua, sucia por el uso, y le impresionó su peso. Incluso pintó en secreto sobre algunas de ellas, como por ejemplo en la plaza de la República, donde iba cada día.
Durante su estancia en Praga, Yamamoto acumuló tantas puertas tiradas como pudo. Hace diez años se podían encontrar relativamente bastantes en edificios abandonados y en los basureros de los patios. Primero se las llevaba a su taller, después chamuscaba el color para poder pintar o dibujar con pigmentos naturales directamente sobre la madera.
Yamamoto, en su proyecto praguense, se apartó del estilo pictórico tradicional japonés Nihonga, cuyo material básico es sedoso o blando, un papel hecho a mano fuertemente absorbente llamado washi. Usaba las puertas de madera como fondo sobre el que utilizaba materiales naturales básicos: tinta negra, yeso blanco, pigmentos minerales de piedras y minerales molidos, oro y plata en polvo o en láminas, conchas trituradas, arena, arcilla, pegamento y restos de comida. En Praga descubrió uno de los pigmentos primordiales, la tierra roja checa, y utilizó también arena y arcilla checas. En algunas puertas dejó como fondo una parte del color original, por “la belleza de su textura”.
Por medio de sus expresivas pinceladas de colores, Yamamoto dejó en las puertas también unas visibles sombras de figuras, bien de sí mismo o bien de su padre en Japón (que murió durante su estancia en Praga). Alguna selección de obras de este proyecto fue expuesta durante el año 1993 (The Door is Ajar, en la galería Art Forum de Karlový Vary y en el Museo de Náprstek de Praga) y constituyeron una sorpresa para el espectador checo, porque el artista había encontrado la belleza en montones de basura, de los que la ciudad estaba llena. Las puertas de Yamamoto se convirtieron asímismo en una metáfora de su experiencia personal checa, llena de malentendidos y con problemas de comunicación, puesto que no hablaba checo y su inglés resultaba incomprensible para la mayoría de los checos, a causa de su acento japonés.
El trabajo de Kurt Schwitters y de Naoaki Yamamoto constituyen serios intentos de convertir los objetos desechados en Arte. Las instalaciones humorísticas de Mike Kelly, con animales disecados, como Más horas de amor de las que se pueden pagar (More Love Hours Than Can Ever Be Repaid, 1997, juguetes de tela rellenos y tejido de punto sobre lienzo) son conocidos contrapuntos conceptuales, pero el ciclo de Kelly está desprovisto de la perseverancia por la transformación del material, según vemos en Schwitters y Yamamoto.
Una reciente exposición en una antigua fábrica de pan de Berlín Este, el Tercer RestCycling Art Festival (4-25 de setiembre, 2004), fue planteada con un espíritu parecido. El lema del festival fueron las palabras de la escritora alemana Aleida Assmann: «Cuando los artistas consiguen incorporar a sus obras e instalaciones la basura, es decir, todo lo que ya ha sido eliminado del proceso económico, se consiguen dos cosas: construyen una nueva economía y a la vez obligan a los espectadores a atravesar los límites externos de su mundo simbólico y sensorial, para que de esa manera se den cuenta de la «cultura de sistemas», con sus mecanismos de devaluación y exclusión.
El festival RestCycling acogió a artistas establecidos y amateurs, e incluía esculturas e instalaciones improvisadas, nuevos medios y fotografias, diseño, moda, pintura y artes gráficas, representaciones y música. Puesto que uno de los objetivos del festival era reforzar la conciencia colectiva, también había en la programación discusiones sobre cuestiones de medio ambiente, consumismo y reciclaje. Había obras experimentales y documentales de videoartistas internacionales, talleres, programas educativos para niños, teatro, performances, conciertos, DJs y un desfile de moda.
El tema del festival quedaba expresado en su eslógan «100& kre-AKTIV.» Entre los artistas que «creactivaron» obras interesantes estaba, por ejemplo, Magdalena Clerc, con su instalación Madame von Lichtenauer, un manifiesto artístico sobre el camuflaje y la imitación; además de Raphael Isdant, del Darwah Group de París, con su instalación Click Here, una inteligente escultura elaborada con ratones de ordenador, cables, espumas de poliuretano y pintura acrílica blanca; y la original moda de Miss Lata, que contaba con un pequeño chaleco para mujer hecho a partir de una mochila, una falda confeccionada con los componentes de plástico de una aspiradora y complementos, como un bolso hecho a partir de un minibarril de cerveza Löwenbräu.
Miss Lata, artista de performance y diseñadora berlinesa de origen español, fue la comisaria del festival RestCycling. Según dijo, la idea de crear un grupo de artistas, pintores, diseñadores, escultores, videoartistas, estilistas, que trabajen directamente a la vista de los espectadores ya hace trece años que se lleva a cabo en festivales como La Braderie de l’Art de Roubaix, Francia, así como en DRAP ART de Barcelona, durante los años 1996 y 1997.
Miss Lata transforma el material encontrado en Arte desde hace ya quince años. Dice que empezó a trabajar con todo lo que encontraba en Berlín. Su material preferido es el metal, sobre todo la lata. Año tras año va creando su «colección», y sus obras pueden verse en desfiles de moda con modelos, coreografía y música.
En su reciente ensayo El zen y el arte de la recogida de basuras, Beth Zonderman escribe: ”Hurgar en busca de basura es una actividad como cualquier otra. Si se hace con inspiración, uno puede elevarla a Arte. Si se hace con disciplina, conciencia y pasión, se convierte en un acto espiritual“.
Aunque este ensayo sea sobre todo en homenaje a František Skála, prominente recolector de basuras checo y excepcional artista de la actualidad, atañe a todos los artistas poseídos por la búsqueda de basura. Beth Zonder­man, artista americana y diseñadora gráfica que residió en Praga en la primera mitad de los años 90, añade a esto: «Es algo más que el simple “la basura de una persona puede ser el tesoro de otro”, es un proceso de karma aplicado, mantenimiento de las cosas en movimiento y aceptación y valoración de la generosidad del Universo. Los buscadores de basura con más talento (esto es, los que tienen más suerte), los vendedores de bienes de segunda mano y los rateros consideran sus hallazgos más como regalos que como botines. Los entusiastas de la búsqueda de basuras tienen que tener, igual que todos los artistas en su cartera, uno de los siguientes rasgos: obstinación, entrenamiento, intuición (un radar para las cosas buenas), apertura de ideas para ver lo que para los demás es invisible; tienen que tener capacidad de ver la belleza y la sabiduría en lugares inesperados y/o estar dotados de un talento divino, es decir, tener la bendición de esos ángeles que dejan cosas para que las personas las encuentren.”
Beth Zonderman describe excelentemente el trabajo de Skála: «Su habilidad es casi fáustica, camina sobre la delgada frontera entre una indiscreción santa y una diabólica... Si la obra de Arte equivale a un objeto creado artísticamente que vive su propia vida, Skála crea golems, pero no de material muerto sino de materia viva (no textualmente, sino de materia que tiene una identidad marcada y una historia particular). Cada artista que usa el material encontrado se esfuerza en eso mismo, pero Skála en sus mejores obras convierte la identidad de sus ingredientes con la destreza de un alquimista o un brujo». Es un halago bien justificado. En la esfera de la transmutación, František Skála es un innegable maestro zen en el reino salvaje del arte y la basura.
Al final de la ópera de Nyman El hombre y el muchacho: Dada, Kurt Schwitters, el refugiado eternamente vestido de traje, le dice al muchacho por qué se diferencian tanto en su naturaleza: “Tú amas el orden, y yo la belleza del caos.” Schwitters, con esta frase que dirige al muchacho, explica el significado del dadá y de su particular estética artística. Skála, buscador de basura, se diferencia en este sentido de Schwitters: aunque le guste, igual que a él, la belleza del caos, él está firmemente arraigado e inspirado en los ocultos y místicos prados y bosques checos, y en absoluto en los campos de batalla urbanos destruidos por la guerra. Skála cuando crea sus mejores esculturas, sencillamente sucumbe a la accidental y caótica belleza de la naturaleza.




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