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Arte sangriento en salsa veneciana, o Diario de una naturalista
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Año 2007, 3
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Arte sangriento en salsa veneciana, o Diario de una naturalista

Revista Umělec 2007/3

01.03.2007

Alena Boika | Comentario | en cs de es

Este año, igual que el año pasado, me han invitado a Venecia para participar en Continental Breakfast, la conferencia mundial de comisarios. Ésta coincidió con la inauguración de la Bienal de Venecia, lo que me hizo cambiar un poco el texto de mi ponencia y escribir el siguiente prefacio para este artículo.

Si tuviera una hija
Si tuviera una hija adolescente en búsqueda de su futura profesión, le diría, hazte curadora. Entra en una universidad más o menos decente, haz una carrera de humanidades, lee filósofos contemporáneos que estén de moda, escoge una frase que te parezca llena de sentido y digna de reflexión. Es mejor que la frase sea de alguien muy leído y fácilmente reconocible, así parecerás una intelectual muy instruida, pero muy discreta. En la frase debe haber cierta dialéctica, algo de polémica y contradicción, es mejor que no sea muy larga, que sea fácil de entender y recordar.
Mira a tu alrededor y verás una multitud de artistas que puedan representar tu sentencia visualmente materializándola. Escribe un proyecto teniendo en cuenta las reglas básicas de foundrising (hoy día todo el mundo debería saberlas). Luego busca una beca y trae a los artistas seleccionados a una galería o museo más o menos conocido. Sería mejor todavía hacerlo en un país exótico (es muy importante elaborar una estrategia publicitaria previamente). Si trabajas así con empeño durante un año, a los dos años llegarás a ser una curadora conocida y respetada. Te irán invitando a los acontecimientos artísticos más importantes, por ejemplo, la Bienal de Venecia. Vas a ir a fiestas, charlarás con destacados y bronceados personajes, mantendrás charlas seudo intelectuales, tomarás champán, comerás ostras y demás. Llevarás botas altas de cuero natural con 35 grados y pasearás con un aire entre despreocupado y entretenido acompañada de hombres con camisas rosas, echando de vez en cuando una mirada distraída sobre las obras expuestas. Tendrás una vida intensa. Podrás planearla de acuerdo a los principales acontecimientos artísticos: Venecia, Bassel, Cassel, Sao Paolo, Estambul, Atenas, Lyón... A veces algún país exótico, para variar: Rusia, Ucrania o Kirguizstán. Pero, ¡acuérdate!, no te hagas artista. Artistas hay demasiados, a veces ni siquiera los dejan entrar en las recepciones e inauguraciones, en el caso de estar invitados a venir a estas ciudades tan bonitas y tan llenas de arte contemporáneo.

Contemplando a los freaks
(Reflexiones sobre el arte inspiradas por los 40 minutos que pasé sentada en un banco acompañada de Dmitry Gutov y David Riff)
Se puede decir que siempre hubo inauguraciones y fiestas, así como público ocioso que venía para hacer un guiño al arte y luego partir hacia el siguiente gran acontecimiento. Pero parece que esta práctica nunca había llegado a tales extremos y nunca había tenido tanta pinta de industria de producción masiva de ideas secundarias, artefactos y nombres. Lo malo es que ahora todo el mundo sabe cómo llegar a ser artista y cómo crear una obra que sea valorada por un comisario. El esquema es sencillo y perfectamente compatible con “Cómo Llegar a Ser Comisario” (véase más arriba).
El arte contemporáneo nació como protesta y desafío, teniendo como objetivo escandalizar al público adinerado; Sin embargo, ahora se convirtió en uno de los principales juguetes de este público. Está de moda invertir dinero en arte contemporáneo, participar en sus acontecimientos. Cualquier obra, por más radical y desafiante que sea, se convierte en una marca, se vende y se compra. Parece que no queda nada que no se pueda convertir en una. El truco consiste en crear cierto aire de misterio, limitar la entrada a las presentaciones, imprimir las invitaciones (letra elegante sobre cartón blanco), tal vez invitar a un par de famosos y ya está el nuevo producto comercial. Very special privacy, que tan solo se comparte con un grupo muy limitado de participantes, se convierte en la principal condición y objeto del negocio. El arte viene en calidad de complemento: algún artefacto, gesto o statement. Parece una publicidad como en algún supermercado: cómo ser miembro de un club: comprando algo, comiéndolo, bebiéndolo, o participando en ello, uno siente y disfruta su exclusividad y su adhesión a la bohemia y a la élite.

Una breve digresión lírica o El vestido dorado
En relación con lo último, se me ocurre un caso, particularmente ruso. Durante Art Moscú 2007, o todavía antes, durante la 2ª Bienal de Moscú, apareció una nueva estrella. Su brillo fue tan resaltante y agresivo que fue imposible no fijarse en ella. Su irrupción en el arte contemporáneo ha sido completamente inesperada a pesar de ciertas premisas descritas en su currículo. Además, su obra que, convencionalmente, puede ser denominada “Movilografía actual” representa fotos de los amigos estrellas de la artista hechas y remodeladas con la cámara de un móvil; provoca perplejidad, por no decir otra cosa. Por último, la rapidez y el empeño con los que se divulga su obra, empezando por los folletos con una biografía muy pintoresca y terminando con su viaje hacia Venecia, intrigan y obligan a investigar un poco el tema.
Julia Milner. Una ex-modelo natural de una provincia remota de Rusia. En su tiempo se fue a trabajar al extranjero, se dio cuenta de que era más fotógrafo que modelo. Se casó con un buen partido, cambió su apellido de soltera muy ordinario, Bochkova, a Milner que sonaba más intrigante. Tras esto las opiniones difieren. Algunos creen que Bochkova es una modificación del apellido Bychkova y Milner no es más que un seudónimo. Entonces resulta que Julia es hija del mismísimo Vasily Bychkov, director de Expopark, el espacio donde se desarrollan Art Moscu, Arq Moscú y demás eventos bulliciosos y costosos. Otros envidiosos apuntan al marido, el presidente del consejo directivo del Mail.ru y miembro el consejo de dirección del consorcio petrolífero Neftyanoy. Es evidente que todo el mundo se pregunta cómo una artista principiante y una perfecta desconocida, cuya aportación al arte es algo dudosa, llegó a formar parte del grupo de artistas selectos, dignos de representar a Rusia en la muestra internacional de arte. No hablaré de los otros miembros del grupo, aunque entre ellos hay también auténticas revelaciones.
El proyecto presentado por Julia en el marco de la Bienal de Venecia se llamaba Click I Hope. Este título hacía juego con el de una antigua obra de Andrey Bartenev, Say I Love You, quien en su día había representado a Rusia en la Bienal de Moscú 2005 y con I Believe, un proyecto reciente de Oleg Kulik (un personaje de resonancia estatal).
Aquí podemos irnos por las ramas con los sentimentalismos rusos de siempre, que de pronto empezaron a resaltar sobre el fondo de una comercialización sin precedentes en todas las esferas de la vida incluida la del arte, pero mejor observemos la naturaleza.
…Mientras Julia Milner “cambia el paradigma reflexivo por la estrategia de la acción” (una cita del resumen de prensa), los artistas, acostumbrados a decir las cosas sin rodeos, hablan de temas que están en el candelero. “¡Julia lleva vaqueros! Alguien le habrá indicado cómo debe vestirse una artista. Muy a tiempo ya que ayer llevaba un vestido dorado que dejaba el culo al aire. Ahora, en cambio, se parece a Diana Machulina, muy mona. ”

Fin de la digresión lírica. Continuación.
Es evidente una crisis de sobreproducción. Sin duda, se hacen obras de calidad, pero faltan tiempo y ganas de buscarlas. Ivan Mecl, editor de esta revista se lamenta: “¿Dónde están los filósofos, los escritores, los intelectuales y los pensadores que vayan apresurados a las exposiciones y encuentren allí nuevas semillas y nuevas ideas?”
No están porque no tienen tiempo para abrirse paso entre todas estas camisas rosas y botas altas, entre todas estas repeticiones y trivialidades, hacia lo auténtico (¿insólito?). El arte se acompaña de una gran cantidad de textos, el tamaño de los resúmenes de prensa está creciendo día a día, así como el volumen de las explicaciones utilizadas en las obras. Muy a menudo no hay forma de entender la obra leyendo las explicaciones que la acompañan. Entonces, ¿cuál es la posibilidad de que alguien lea un texto escrito a mano que ocupa una pared entera, del suelo hasta el techo, o sea unos quince metro cuadrados de texto en una mezcla de un inglés convencional con el idioma materno del artista? Teniendo en cuenta todo esto, la posibilidad de que todos los textos sean leídos, todos los vídeos sean vistos y todas las alusiones y connotaciones sean captadas, al menos por la mitad o la tercera parte del público, es mínima.
Por lo tanto, ya no me fascina como antes la perspicacia y la clarividencia de comisarios mundialmente reconocidos. Antes creía que se necesitaba poseer un especial profesionalismo y experiencia para poder hacer declaraciones decisivas respecto a la Bienal tras haber recorrido las principales exposiciones, el Arsenale, unos cuantos pabellones en Giardini (normalmente, los centrales: Italia, Gran Bretaña, Alemania y algún otro que les pille de camino). Ahora no me parecen tan irrebatibles estas declaraciones.
Tome tres volúmenes gordos de los que consiste el Catálogo de la Bienal de Venecia, hojéelos. ¿Cree que ahora podría sacar conclusiones lo suficientemente fiables? Poco probable. Fíjese, son nada más que libros. ¿Cómo podemos, entonces, hablar de las propias exposiciones esparcidas por toda la ciudad teniendo en cuenta, además, que hay más de una isla en Venecia? Este año hubo 76 pabellones nacionales, sin hablar de otras 34 actividades que fueron incluidas en el programa oficial de la Bienal. La mayoría de las estrellas invitadas, comisarios y artistas tan sólo hacen acto de presencia a los tres primeros días de fiestas e inauguraciones continuas. Son pocos los que pueden quedarse más tiempo. ¿Le parece posible ver 74 + 34 exposiciones en tres días? Ni siquiera hablo de entenderlas o de conocer la parte textual, aunque sea muy superficialmente, simplemente se trata de echar un vistazo. A mí no me parece posible. Yo tenía 8 días de permiso concedidas por la Embajada de Italia en Praga, nada había cambiado, fueron tantos días como en 2005 cuando estaba viviendo e Bielorrusia. Había cierta ironía en que esta vez mi visado de 8 días fue de entrada múltiple, o sea podía entrar y salir continuamente a lo largo de estos 8 días, probablemente para que mis impresiones de Venecia no dejaran de ser frescas. Casi dos de los 8 días duró el viaje de ida y vuelta. Otros dos los pasé en una conferencia (mis más sinceras gracias a los organizadores que me habían invitado, si no hubiera sido por ellos no habría tenido motivo ni siquiera para ironías). En fin, me quedaron unos pocos días y traté de planear mis desplazamientos de forma razonable para poder ver más. Vi bastante, pero me quedé frustrada tanto por mi forma rápida y fugaz de ver las cosas, como por el hecho de no haber podido ver todas las exposiciones. Si hubiera tenido un mes, o mejor dos, habría podido ver, leer, analizar y escribir más. En ese caso, sí tendría derecho a sacar conclusiones acerca de la Bienal en sí. No me es posible realizar este experimento científico-artístico. Digo experimento porque creo que no hay nadie que haya dedicado dos meses de su vida al estudio y análisis de la Bienal de Venecia acompañando su trabajo de una auténtica reflexión y unos textos claros y bien meditados, por lo tanto prefiero observar y sacar conclusiones sueltas que no pretenden ser globales ni universales.
Dmitry Gusev, artista, y David Riff, un traductor con un sentimiento artístico muy desarrollado, amigos míos, de izquierdas los dos, pasaron la mayor parte del tiempo en un banco en los Giardini contemplando con una admiración infernal al rebaño feaks que hacían comentarios muy finos que parecían haberse sacado del diario de un naturalista. Mientras contemplaba, David Riff dijo una frase que merecía ser inmortalizada “...la contemplación me hizo descubrir mares de tristeza y angustia dentro de mí”.

África: su derecho a ser políticamente correcto
Uno de los pabellones más contradictorios que por primera vez participa en la Bienal es “African: Check list – Luanda Pop”. Su objetivo principal no brilla por su novedad: el derecho a la autodeterminación y a la libertad de expresión, su derecho a ser vistos sobre el fondo del hegemónico “hombre blanco”. El tema de la corrección política hace tiempo que se ha vuelto al revés, ya que las paredes del pabellón están cubiertas de retratos de los activistas, que en su día lucharon por los derechos de los africanos, numerosos visitantes tratando de resaltar su sincero interés y ausencia de cualquier prejuicio racial, entran en el espacioso pabellón, se sacan fotos con las obras de los artistas africanos esparcidas por el mundo; Sin embargo, el panorama del arte africano de los últimos 15 años produce cierta perplejidad, principalmente debido a la propaganda masiva del propio pabellón. “El debut de África” con su derecho de autonomía de siempre, fue mencionado por los principales medios de comunicación y agencias de noticias, aunque la mayoría de ellos no habló de las propias obras ni de los artistas, limitándose a datos escuetos sacados del resumen de prensa.
A modo de exclusión vale la pena mencionar una de las obras que me llamó la atención. La autora de llama Tracey Rose, una artista joven con mucha personalidad. Su videoproyección fue presentada en 2001 en el marco de la 49 Bienal de Venecia (a propósito del debut de África, casi todos los participantes son artistas conocidos). La obra es un texto escrito en rojo oscuro sobre un lienzo rosa (la técnica varía), una conversación telefónica entre un hombre y una mujer. La palabra que llama la atención es “tokoloshi”, un espíritu maligno del que se queja la mujer. Según su médico, está dentro de ella y no le permite quedar embarazada. La mujer se equivoca al pronunciar la palabra “Kenia”, el hombre la corrige. Debe ser extranjero, ya que no sabe qué es muti (medicina tradicional) y, en vez de creer en tokoloshi, se burla de los sueños eróticos de la mujer. La mujer dice que está triste ya que se está haciendo mayor, va a cumplir 30 años, y su marido va a dejarla si no consigue concebir a su hijo. Una obra conmovedora, muy sutil y multifacética. Uno tan sólo puede entenderla, al leer el texto con atención y al realizar una pequeña investigación, tal vez hasta buscar en Google el significado de “tokoloshi” y “muti”. Es la única forma de practicar la corrección política de modo intelectual.

Una tarde escuchando a Mozart
muy alto, sumamente agradable, maravilloso, se me ha ocurrido que es como la Bienal de Venecia: tan maravilloso, hay que disfrutarlo, quedar pasmado y admirarlo. Pero entran ganas de cortar y pararlo todo, aunque sea por un tiempo, para verlo con cierta distancia. Pausa en una obra musical también es música. Durante la Bienal he echado de menos pausas, el crescendo no puede ni debe ser continuo, ya que se convierte en cacofonía insufrible. Una de las obras más queridas por el público ha sido Delete Beatls (Yukio Fujimoto, Japón). Un cepillo de dientes de metal pasa lentamente por un disco de vinilo del famoso cuarteto de Liverpool, borrando las lágrimas y las exaltaciones de millones de admiradores. Al lado vemos otra obra del mismo autor, Ears with chair —dos tubos, entre los cuales uno se puede sentar y meter la cabeza—. Todo el mundo se sentaba, escuchaba y sonreía tímidamente, fingiendo que oían algo. Tal vez esperaban oír a los Beatles, pero no había música, no había nada. La idea de la obra consistía en hacer escuchar y, tal vez, permitir oír algo. La espera de un sonido es más que música.

Embellecer las cosas y el ansia de sangre
I Love My Family se lee entre objetos amontonados y bolsas negras de basura destripadas por salvajes carnívoros que han devorado más de una paloma en San Marco. Es el póster del pabellón estonio Loser’s Paradise (a propósito, el primer pabellón gitano se llamaba “El paraíso perdido”- Paradise Lost). El protagonista (el artista Marko Maetamm) exagera el eterno conflicto de la familia con el arte, hasta llevar la situación al absurdo. Al sufrir poco en su debido tiempo, machaca a todos estética y voluptuosamente, con un refinamiento no muy bien definido y un sentimentalismo poco convincente. Aquí podemos hacer una digresión especial sobre la tendencia de embellecer las cosas y la ansia de sangre. Estas dos necesidades siempre han existido, pero antes era costumbre avergonzarse de ellas o bien manifestarlas de forma desafiante. En cambio ahora se han convertido en algo de todos los días.
El pabellón más sincero en este sentido es el de Chipre que me recuerda el de Bielorrusia en 2005. Los cuadros son cuadros. Así de escueto y sin entrar demasiado en detalles un espectador común y corriente define lo que ve. Allí vemos frutas chipriotas (“las frutas son frutas”) sobre un cielo muy azul, manos de mujer y flores (de Mustafa Halusi). Me acuerdo de lo que un día dijo Ron Sluik, un artista holandés que lleva varios años viviendo en Moldova y sigue colaborando con jóvenes artistas europeos, habló con mucha emoción de la inclinación de sus estudiantes hacia lo bonito, tan natural que ni siquiera podía llamarse glamurosa. Le desconcertó tanto a Ron esta tendencia, que empezó a hacer obras de gran formato con flores grandes.
Al leer un artículo de Denise Robinson en el catálogo, donde en tres páginas se mencionaban Immanuel Kant, Giorgio Agamben, Jalal Toufic, Samuel Beckett, Slavoj Žižek, Salvador de Madariaga, Raymond Chandler, Jacques Derrida, Sigmunt Freud, Georges Bataille, Roger Caillois, Elaine Scarry, Andre Bazin, Gaston Bachelard, Walter Benjamin, Charles Baudelaire, Andrey Tarkovsky, Jean Baudrillard, y Nelly Richard (espero no haber olvidado a nadie), uno se da cuenta de que la cuestión no es tan sencilla como parece a primera vista. Las flores tan bonitas y tan realistas encierran alusiones políticas. Lector, si los nombres arriba mencionados no te dicen demasiado y no tienes tiempo para leer detenidamente las obras correspondientes, disfruta las frutas y las flores. Puedes creer que es kitch, pero el artista también lo cree.
La belleza es para el público común. Al público fino y glamoroso le encanta la estética bélica, los edificios abandonados o destruidos, el sufrimiento, la violencia, los homicidios y el terrorismo. El proyecto de Adel Abidin Welcome to Bagdad, presentado en el pabellón de Noruega, despertó un gran interés: http://www.abidintravels.com.
Recomendaciones adicionales:
Los terroristas suicidas creen que al practicar jihad por la mañana van a desayunar con el mismísimo profeta Mahoma. Si hay una explosión cerca, EN NINGÚN CASO debe quedarse allí mirando. Sobre todo, NO CORRA, ya que le van a tomar por terrorista. Es recomendable que se autolesione, así parecerá una de las víctimas y le llevarán al hospital.

Un breve tour por la Bienal de Venecia
Para que el lector tenga una idea más clara sobre el acontecimiento que estoy comentando, me gustaría hacer una breve presentación de los pabellones, que convencionalmente llamaría “los más”, o sea los que destacan por una u otra razón.

Los pabellones más pabellones:
Holanda: Citizens and Subjects del artista Aernout Mik. El público disfruta de manera muy intelectual, se trata de los refugiados, de la inmigración ilegal, es muy actual y muy realista, uno puede tumbarse sobre las colchonetas, o sentarse sobre una cama de reja metálica, da la impresión de que la diminuta vista sobre el patio trasero, también es parte de la instalación.
- Polonia: 1:1 – de Monika Sosnowska. El público ve la historia del arte de una forma accesible y entiende la idea de la reconstrucción, muy bien explicada en el resumen de prensa; además de fina manufactura.
- Francia: Take Care of Yourself de Sophie Calle. La autora es una de las favoritas de esta temporada. Llegó a ser famosa al convocar un concurso para elegir un comisario que la representara en la Bienal de Venecia (eligió a Daniel Buren de 200 candidatos). El pabellón es especialmente entretenido para mujeres, así como para hombres que deseen entender la psicología femenina. Un sentido del humor muy delicado, un optimismo irónico y sereno, sabiduría.
- China: el pabellón más relajado, sobre todo en su parte “móvil”: una tienda de campaña blanca en un césped donde se podía descansar disfrutando de la frescura del aire acondicionado, de las bellezas de los dibujos animados y de videojuegos. El único pabellón que podría ser comparado con éste en cuanto a la recreatividad es:
-Aniwaniwa, uno de los proyectos paralelos, que pocos han podido ver debido a que está situado lejos de las rutas típicas de los art-turistas. Ha sido realizado por un instituto italiano de investigación y un museo de Nueva Zelanda. Al entrar en este edificio viejo y enorme, te ves en una absoluta oscuridad llena de sonidos místicos. Cuando los ojos se acostumbran a la oscuridad, aparecen dos filas de colchones, te tumbas y miras unos hemisferios flotando arriba. Se ve una video proyección y no piensas para nada en unas islas en el Pacífico que hace tiempo se han inundado tragando mundos enteros y obligando a la gente a mudar. (Maori) …Aniwaniwa is a collection of wakahuia.
- Hong Kong es el pabellón más místico. La historia empieza a desarrollarse apenas uno entra en el patio y descubre muchos loros sobre conchas humeantes. El catálogo ponía que hablaban, pero yo los vi callados, estarían cansados de hablar todo el día. (Map office por Laurent Gutierrez y Valerie Portefaix)
- Noruega, es pabellón más útil e interactivo. Ni los sanitarios, ni las palabras “Liberté, Légalité, Fraternité”, escritos sobre los mismos, son novedad. Sin embargo, las dos cosas unidas sí han atraído el interés del público. Este proyecto de Lars Ramberg había sido presentado al público por primera vez en 2005, el día de la independencia de Noruega. La obra, llamada por el autor “La Estatua de la Libertad”, que en 2003 fue premiada estando aun en proyecto, fue objeto de duras críticas por parte del jurado (algunos distinguidos miembros se retiraron del jurado en señal de protesta diciendo que era imposible apoyar una obra de arte que permitiera a la gente “cagar sobre los colores nacionales”). A pesar de todas las peripecias, los sanitarios fueron fabricados en Paris, fueron expuestos en Oslo y han sido trasladados a Venecia para la alegría de todos. Vale la pena mencionar que es uno de los mejores pabellones (del comisario René Block), no desde el punto del coqueteo con el público ni la intención de sorprenderlo por el arte puro y refinado, sino desde el punto de su relación activa en el tejido vivo del arte y sus procesos.
- Singapur es el pabellón con más objetos decorativos y brillantes, grandes y pequeños, situados en el lujoso Palazzo Franchetti
- Hungría es el mejor ejemplo de uso del vídeo. Según he observado, todos los espectadores han visto todas las obras desde el principio hasta el final
- USA– el pabellón más comestible. Una parte de la exposición consiste de 317, 5 kilos de caramelos de menta color acero oscuro que parecen cartuchos colocados en el suelo en forma de un rectángulo. Los caramelos son constantemente repuestos por los empleados del pabellón.
Y, para terminar, mi pabellón favorito que parece una atracción de mi infancia, una especie de la Casa del Terror estilo high tech de autor Callum Morton:
- Australia – uno mira con desconcierto una casucha de madera contrachapada de función desconocida, con graffitis y agujeros en las paredes, entra y ve un hall de mármol blanco, una luz opaca que llena un espacio bien definido, las puertas metálicas de dos ascensores. Uno aprieta el botón y el aire se pone más frío, la luz se hace más débil, la puerta que conduce afuera no se abre. Terror mudo y alegría infantil.

Sobre Fiora y las repercusiones (en lugar de conclusión)
Venecia es una ciudad mística, donde todas las veces me pasa algo raro e impredecible. Por ejemplo, al subir al vaporetto de siempre, siendo correcto el número del mismo, descubrí que nos estábamos dirigiendo a la alta mar, nadie hablaba inglés, nadie podía explicarme qué era lo que estaba pasando y cuándo íbamos a volver. Me di cuenta de que llevaba una hora de retraso para mi propia ponencia, alrededor tan solo había sol y mar y no me quedaba más remedio que disfrutarlo. Ni siquiera hablo de que siempre me pierdo en Venecia, a pesar de ir siempre con el plano y tener la sensación de que conozco la ciudad y me oriento bien. El primer día de la conferencia después de haber llegado tarde por haber callejeado durante más de una hora, salí media hora durante el recreo con la intención de no alejarme demasiado del palacio. Llegué al Campo S.Maria Formosa sintiéndome como si fuera una buena alumna. De repente se me acercó una mujer extraordinariamente bella, como si hubiera salido de una de las historias medievales venecianas. Parecía una cortesana de lujo, las ropas de colores vivos llegaban hasta el suelo, en su cara refinada se reflejaban las sonrisas reservadas de todos los antepasados aristócratas que le habían precedido durante ocho siglos. La Gioconda parecía una provinciana en comparación con ella. Me preguntó: “¿Podrías venir conmigo? Son diez minutos, no más.” Por supuesto que le seguiría sin preguntarle nada, no importa a dónde. Fuimos por callejuelas estrechas girando a la izquierda, a la derecha, a la izquierda de nuevo.
Se me ocurrió que me iba a perder de nuevo, pero eso ya no me importaba. Abrió una portezuela metálica con una pequeña y negra llave, entramos en un patio semi-inundado, empezamos a subir una escalera de caracol, más y más alto, hacia el cielo. En malas películas se abren todas las puertas ya que el director, al no saber a ciencia cierta qué es lo que va a rodar, hace pasar el tiempo.
En mi memoria también se abrían todas las puertas, ya que parecían infinitas, no llegaban a acabarse y el tiempo dejó de existir. En este palazzo redondo y clasicista cabía una docena de habitaciones largas y de estilos variados con techos altos y paredes pintadas. Eran todas diferentes: una blanca, otra rosada, la siguiente verde, llenas de tapices, pinturas, objetos de cristal, telas finas de colores vivos. Se me ocurrió que cada uno había de tener su hada, ¡Que suerte fue haber encontrado la mía! Me condujo hacia una habitación en el piso superior, muy rosa y me dijo: “Si quieres, te puedes quedar aquí”. El cuarto era diminuto, lo que más sitio ocupaba era la vista desde la ventana, lo que suelen fotografiar los turistas: el canal, las góndolas y los reflejos. No me pude quedar en este cuento de hadas, no quería convertirlo en realidad.
Hace poco miré el papel que me había dado la señora junto con las hierbas que había arrancado de numerosas macetas. Miré su página en Internet, leí que Fiora Gandolfi de ropa que vivía entre Venecia, Madrid y Paris (cuando no estaba viajando por el mundo). Su forma de vida tan natural, organizada de acuerdo con los principios de arte, arte en sentido puro (ella crea arte tan sólo por necesidad de crearlo), me pareció tan maravillosa y tan distinta de lo que vi en la Bienal de Venecia, aquello que nunca llegaría a ser.
Cuando uno se pierde en Venecia, lo importante es dejar de buscar, entonces en seguida aparece lo que se está buscando.







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