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PROYECTO DE VÍDEO DOCUMENTAL SOBRE EL BARRIO PILSEN DE CHICAGO. IT´S FUN TO BE BOHEMIAN
Revista Umělec
Año 2007, 2
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PROYECTO DE VÍDEO DOCUMENTAL SOBRE EL BARRIO PILSEN DE CHICAGO. IT´S FUN TO BE BOHEMIAN

Revista Umělec 2007/2

01.02.2007

Michal Kindernay a Lenka Dolanová | en cs de es

“ˇPero qué cantidad de carbón por todas partes!” dijo Navrátil al ver los montones enormes apilados junto a la vía férrea y el puerto.
“ˇLo mismo digo yo!” asintió Pícha, cuando el recién llegado supo apreciar otra excelencia de la amena Chicago. “ˇY vaya qué fábricas con tanto ingeniero! Aquello es una fábrica de azúcar,” señaló el colosal edificio de la refinería de trece plantas, “la fábrica más grande del mundo. Allí también trabajan muchos checos y aquí,” agregó, porque llegaba a gran velocidad a las calles transversales Taylor, De Koven y Bunker, “empieza el poblado checo más antiguo.”
“ˇYa, Pilsen!” exclamó Navrátil que ya había oído de este barrio checo más antiguo de Chicago.
“ˇQué no se le ocurre,” replicó Pícha. “ˇQuién le ha contado que Pilsen es el barrio más antiguo! Lo levantaron sólo después del gran incendio. Cuando le digo que aquí es donde primero llegaron los checos, es aquí!”

(Pavel Albieri, Nevěsta za padesát dolarů!: českoamerický obrázek z Chicaga, 1897 — Una novia por cincuenta dólares: estampa checoamericana de Chicago)
El barrio Pilsen se encuentra a dos millas y media al sudeste del downtown de Chicago. Está bien comunicado por metro y autobús y en bicicleta se llega al centro en unos 20 minutos. Su separación relativa (hacia el oeste por la autopista, al sur por la avenida Čermák, con la que linda la zona industrial, hacia el norte por la vía férrea y hacia el este se dispersa paulatinamente en el barrio de viviendas suburbial) y su idiosincrasia étnica le inculcan una atmósfera literalmente rural y, vistos desde aquí, los rascacielos casi parecen garbosos,. Desde el mes de septiembre de 2005 hasta el de junio de 2006 he vivido en este barrio denominado según la ciudad checa Pilsen en un apartamento en ruinas en un inmueble habitado por una comunidad internacional. La impresión inicial de haber llegado a un lugar que me esperaba precisamente a ni se veía nutrida por un sentimiento inexplicablemente vivo de déjà vu. La idea de realizar aquí un documental se le ocurrió a Michal quien vino a visitarme por primera vez en el mes de diciembre. La intensidad de nuestros encuentros en la Pilsen de los días previos a la Navidad despertó en nosotros una auténtica pasión documental. Rebuscábamos por las calles de Pilsen motivos checos e interrogábamos en sus casas a personas con antepasados eslavos, enamorándonos cada vez más de la actual imagen mexicana y bohemia del barrio. Michal retornó en junio y, compartiendo la misma obsesión, rodamos en el curso de tres semanas nuevas secuencias que hoy día suman unas cuarenta horas de entrevistas y recorridos por Pilsen en bicicleta o automóvil, durante las cuales intentábamos inventar la manera de conseguir que la atmósfera espectral local prevaleciera sobre la visión de la cámara. Nuestro documental nacía espontáneamente como una autorreflexión de nuestro papel de patriotas buscando en un barrio mexicano la comunidad checa desaparecida. Al mismo tiempo, el documental se abre a las declaraciones de los habitantes de Pilsen, cuyas experiencias son muchas veces contradictorias al extremo de parecer incompatibles. Los enfrentamientos de diversos estratos históricos, temas visuales y sonoros y maneras de reflexionar constituyen el atractivo del barrio cuya imagen se manifiesta en las mentes de los diferentes grupos de sus moradores en formas variadas y sorprendentes.

LA MARI CHECA Y LAS ÁGUILAS MEXICANAS
La novela Nevěsta za padesát dolarů, escrita a finales del s.XIX por Pavel Albieri, relata las aventuras de una joven aldeana checa que llega a Pilsen para casarse. Su paso por el barrio sirvió de pretexto para descripciones extensas de los hechos locales en las que no se deja de recalcar lo checo que es el barrio. La protagonista Mari que en un principio venía a buscar al carnicero František Vávrovský termina tras diversas peripecias casada con un partido mucho mejor, a saber el asistente de redacción Antonín Navrátil. Obviamente, el libro quería motivar a otras muchachas checas que viajaran a Chicago en busca de matrimonio. A comienzos del siglo pasado se produjo un aumento masivo de la emigración checa y precisamente Pilsen fue uno de sus destinos principales. Los checos descubrieron esta zona después del Gran Incendio del año 1871 cuando era en su mayor parte un prado pantanoso al que los primeros pobladores solían venir a cazar ánades silvestres. Posteriormente, Matěj Škudera fundó en este lugar la taberna “La Ciudad Pilsen” y el nombre se extendió al barrio entero que llegó a ser en 1910 la comunidad checa más numerosa de Estados Unidos. En los años 20 lo habitaban más de veinte grupos étnicos diferentes, además de checos y eslovacos, principalmente polacos, lituanos, croatas y eslovenos. Después de fundarse Checoslovaquia en 1918, la emigración disminuyó notablementes y a partir de la década del 50 del siglo pasado en que empezaron a llegar en masa a Pilsen inmigrantes mexicanos, los checos fueron dejando poco a poco el barrio para mudarse más hacia el sudeste, a lo largo de la California Avenue y a los barrios Cicero y Berwyn. Hoy Pilsen es el centro más importante de la comunidad mexicana de Chicago y es fácil contar en los dedos de una mano a los checos que quedan. Águilas mexicanas fisgan desde el blasón de Pilsen los enrarecidos letreros checos que se ven en algunos edificios como Plzeňský sokol , Chrám Sv. Víta o las iniciales C.S.A.S. —Česko-Slovanská Americká Síň—, (Círculo gimnástico de Pilsen, Catedral de San Vito, Aula Checo—Americana) y en las tapas de los sumideros resplandece el calendario azteca.
El idioma checo empezó a desaparecer de las calles del barrio en los años 50 y hoy día la mayoría de los moradores no habla otra cosa que el español. El cambio étnico no se efectuó de manera totalmente pacífica, en los 50, Pilsen era el escenario malfamado de las partidas de maleantes mexicanos, los habitantes, sin embargo, recuerdan aquellos tiempos como la edad de oro del barrio. Los checos expresaban su identidad en la construcción de edificios cuya arquitectura, y en particular, su finalidad, se fundamentaban en las tradiciones de la madre patria; los mexicanos aprovechan en mayor medida los recursos pictóricos de modo que el carácter mexicano del barrio es perfectamente visible en el elevado número de murales con temas revolucionarios. En las calles suenan sin cesar mariachis, en verano hormiguean de niños y carritos de heladeros. Por todas partes se venden cosas sabrosas, desde tamales y tacos hasta la bebida de maíz champurrados. Las excelentes galerías de Pilsen, por ejemplo Polvo, fundada y dirigida por un trío de artistas y activistas mexicanos, o la de medios nuevos Busker, que hace poco se instaló en lo que había sido una floristería, indican que el traslado a esta zona altamente controlada presupone una orientación comunitaria y una determinada forma de activismo. Como si los recién venidos debieran merecerse el derecho de residir en Pilsen. En el barrio operan numerosas asociaciones de activistas que entroncan con la nutrida tradición de actividades obreras y anarquistas, centradas particulamente en la problemática de la gentrification, es decir el proceso de renovación de las barriadas urbanas pobres, que siempre suponen el crecimiento de los precios de terrenos e inmuebles y, por consiguiente, el de los alquileres. Las consignas de las protestas contra la gentrificación como “Gringos Out of Pilsen” (Gringos, fuera de Pilsen) o “Pilsen Not For Sale”(Pilsen no está en venta) aparecen en camisetas, pancartas y murales.
Descubrimos en Pilsen a dos compatriotas, Helen Seifert, cuyos padres vinieron al barrio de Nebílovy (pueblo cerca de la ciudad de Pilsen en Bohemia) y Bess Boryssowicz, cuya madre era natural de Hradec Králové. Un día, al pasar por la calle 19, Helen apuntó el número de teléfono que yo había dejado en mi puerta para el cartero, y el día de Noche Buena me llamó para desearme en checo “feliz Navidad y un próspero Año Nuevo”. Logramos contactar a los parientes de Helen en Nebílovy que intercambiaron con ella unas cartas pero, por el momento, la correspondencia se interrumpió, debido a la falta de interés de la parte checa. El hermano de Helen se mudó de Pilsen tan pronto su hijo empezó a hablar con acento hispano y con Helen se ven muy de cuando en cuando. Bess relató en su checo muy peculiar, intercalando palabras inglesas, como iba los fines de semana a la escuela checa en Pilsen, donde aprendían “a leer y escribir y la historia de Checoslovaquia, etcétera”. Igual que Helen, Bess nació en Pilsen y se casó con un descendiente de emigrantes polacos: “Cuando me casé, marchamos a ese Little Village. Está un poco más lejos de aquí y allí quedábamos en el verano. Y luego, cuando murió mi tío, era un hermano de mamá, él tenía aquí un house en la Morgan y luego hizo el testamento que recibí el house, mitad yo y mitad mi hermano, y mi hermano me dio su mitad y mi marido dijo que no pagaríamos ningún rent, marcharíamos al house acá en la Morgan y aquí estoy desde el nineteen seventy two.” Ambas se sienten un poco aisladas y sus comentarios acerca de la transformación del barrio checo en uno mexicano no están exentas de cierta leve indignación. Son de los pocos que siguen entendiendo Pilsen como un barrio checo, ahora ocupado por “esos mexicanos”, debido a un conjunto de circunstancias.

LA HABICHUELA SALTADORA
La cafetería Jumping Bean en la calle 18, arteria principal de Pilsen, fundada en 1994 como lugar de encuentros de la comunidad de artistas locales, es el corazón del barrio. José Uribe, artista, editor y activista mexicano, se marchó de su país en el año revolucionario 1968 y en Pilsen reside desde el 1970. “Te voy a platicar la historia de Pilsen a través de los murales,” me dijo al comienzo de nuestro paseo por el barrio. Marcos Raya, Héctor Duarte o Salvador Vega son autores de pinturas murales repletas de símbolos mexicanos y lemas de protesta. José me explicó el simbolismo del mural frente a la cafetería, pintado por Jesús González “desde la cabeza de Zapata hasta la de Juárez”, con letreros como “Stop gentrification in Pilsen” o “Alto a la basura moral”. También me dijo que el edificio antes fue una barbería repleta de imágenes de Pancho Villa. Jumping Bean suele estar llena de personas debatiendo en las mesitas de colores, ensimismadas en su laptop o lectores solitarios que sorben en plena armonía el excelente café inagotable. El joven pintor y motociclista Allan Berry tal vez pasara en la cafetería más tiempo que yo, compartiendo además mi fascinación por Pilsen. Vive allí, porque para él es el mejor barrio de Chicago. Cuando le pregunto por qué, contesta que es una de esas cosas que no se pueden definir. Se pone a hablar de los vendedores callejeros y de la cafetería. Lo rodé en la cumbre de la antigua fábrica de cemento, edificio enorme a vista de Pilsen, donde Allen me llevaría en la última semana de mi estancia en Chicago. “Llegué a Chicago con un teléfono celular y un saco de dormir y residí un tiempo arriba en Andersonville. Pasé allí un año pero no me encontraba a gusto. Siempre había oído que los artistas se apiñaban abajo en Southside, en este barrio Pilsen, entonces cogí la bicicleta y bajé a explorarlo y quedé espantado a muerte. Me decía, qué es esto, no es lo que esperaría en Chicago. En aquel tiempo estaba bastante mimado. Me mudé acá hace cinco años. Casi era el único chico blanco que podías encontrar en este barrio. Había un par de artistas más. Éramos los gringos.”
La casa de la cafetería tiene raíces checas: en el año 1908 la hizo construir como estudio de fotografía el padre de Paul Němeček quien hoy trabaja en el museo checoslovaco de Chicago. Paul tiene en el museo un modelo del inmueble que desempolva con mucho cuidado y que muestra, orgulloso, a las visitas. En el antiguo estudio de Němeček encima de la cafetería vivió más de veinte años el fotógrafo mexicano Pete Rodriguez. Hace poco tuvo que desalojarlo porque la propietaria decidió alquilar la planta alta por más dinero. Le visité el último día que pasaba en ese magnífico estudio con ventana en el techo cuyas paredes estaban atestadas de imágenes y fotografías; tomaba cerveza con unos amigos, debatía con ellos la política americana y, echando pestes, iba arrancando las imágenes de la pared.

EL MARIACHI Y LA CHARANGA
Kenneth Corrigan, librero e historiador aficionado del barrio, vive en el edificio del que fuera el club de gimnasia eslavo, National Tel Club. Kenneth es de ascendencia eslovena y se queja de lo difícil que es encontrar literatura sobre los eslovenos en Pilsen y que todos hablan sólo del pasado checo. Nos mostró un documento publicado cuando Pilsen fue nombrada distrito histórico y se quejó de que no aportara información alguna sobre los judíos checos, una sola mención relativa a los croatas y nada de nada respecto de los eslovenos. Llevé a ver a Kenneth a todos mis conocidos que se interesaban por la historia de la población checa. Por él supe que los habitantes originarios de Pilsen fueron irlandeses que habían venido en la década del 50 del s. XIX, es decir, unos dos decenios antes que los pobladores checos. En el curso de otra visita nos mostró con orgullo dos jarras con las inscripciones “Zlatá studně” y “U Fleků” (nombres de famosos restaurantes praguenses) y hablamos sobre las similitudes entre el mariachi y la charanga morava y cuando mencioné que alguien me había dicho que el mariachi en realidad proviene de Moravia, Kenneth agregó con socarronería: “Sí, es centroeuropeo. Totalmente centroeuropeo.” Discutimos la forma de reconstruir edificios y Kenneth criticó la rehabilitación del edificio del antiguo teatro checo Thalia Hall porque lo “embellecen demasiado” sin respetar la forma histórica que tuvo. Kenneth hace que le traigan incluso los colgadores que no se han conservado, por ejemplo cuando viene una amiga de Viena.
Los úlimos días nos pusimos a pintar con spray letreros en las calles frente a los antiguos edificios eslavos, “It´s Fun to Be Bohemian” y “Los Checos Back to Pilsen”, tentativa de retorno simbólico de motivos checos. Justo antes de la partida, mi casero Bob expresó el temor que en mi próxima visita Pilsen sería totalmente distinta. Que cambiaría por mudarse al barrio un montón de yuppies y muppies (término inventado por Pete Rodriguez para los yuppies mexicanos), se acapararían las casas, los alquileres aumentarían y los habitantes actuales tendrían que marcharse. Pilsen sería otro barrio de moda más, como el Wicker Park que otrora fue también un pobre barrio medio derrumbado. Luego cobró renombre de barrio hipster y hoy rebosa de clubes, cafeterías y tiendas de estilo. No es que sea algo malo. Pero Pilsen es Pilsen. La próxima vez que venga no quiero encontrar en sus calles sólo a gente obsesionada con la moda, la gráfica y canes delgaduchos. Hoy día Wicker Park es un barrio de diseñadores gráficos. Pilsen es un barrio de emigrantes, alcohólicos, vagos y artistas (dijo José). Más fácilmente encontraréis a los habitantes vistiendo un abrigo recogido en un contenedor que luciendo un jersey abotonado. No hay perros pero sí muchos gatos grandes y salvajes, palomas y ardillas. Allan, quien nos ayudaba con los letreros callejeros, me escribió hace poco: “Tu graffiti ahí sigue, pero resulta algo más difícil de ver, estando más deslavado de lo que era.” Quizá los espíritus checos y mexicanos encuentren ahora un lenguaje común para lastimarse.

EXTRANJEROS
Algunas veces es más fácil proyectar la representación de un espacio vital idóneo en lugares que no conocemos con todos los detalles. En el barrio de emigrantes Pilsen, es muy probable que quién más y quien menos se sienta extranjero sin dejar de considerarlo su hogar y patria nueva. Según Julie Kristeva, los extranjeros inspirados pueden extraer energía creativa del desarraigo, transformar el pasado en juego y autopercibirse como meros transeúntes: “Manera especial de ser felices o sentirse imponderables, etéricos, tan ligeros que nos resultaría fácil partir volando…” En el documental tratamos de captar la presencia fugaz del barrio y las huellas de la población pretérita, en un instante en que el barrio vuelve a experimentar otra vez una metamorfosis radical que por lo menos puede servir para descubrir estratos olvidados de la comunidad. Hace poco se nos ocurrió organizar en Pilsen un pequeño festival “Bohemian” en el que se evocarán los espíritus “bohemios” en el centenario preciso del año culminante de la emigración checa (1907). Presentaremos nuestro documental y algunos otros más sobre los barrios de Chicago, promoveremos un debate sobre las transformaciones de Pilsen. Invitaremos a historiadores, artistas, activistas de las organizaciones locales y traeremos de Chequia documentales sobre los cambios de los barrios checos. Por medio del internet interconectaremos las actividades desarrolladas en Pilsen (Chicago) con Pilsen (ciudad de Bohemia). Acción paralela en dos Pilsen en dos continentes.
“¡Pero los checos están muertos!”, soltó a bocajarro René del centro mexicano Casa Aztlán cuando intenté explicarle por qué me interesaba la histoira de Pilsen y convencerle de la lástima que supone que nadie hable de la historia checa. “!Pero los checos están muertos! Y los que se quedaron se han adaptado y empezaron a comer tacos y tamales.” Helen Seifert o Bess Borysowicz no estarían de acuerdo con él.

Dedicado a todos los vecinos de la calle 19 y del entorno inmediato, a José Uribe y la cafetería Jumping Bean.(1)



Notas:
1 El término “jumping bean” designa habichuelas especiales “saltadoras” , frutos del arbusto mexicano Sebastiana pavoniana, características por estremecerse constantemente de un lado para otro. Se trata de la cápsula que contiene la larva de una mariposa nocturna (colocada en la cápsula inmadura); la larva consume la semilla en una parte de la cápsula y luego se tira de un lado para otro provocando los movimientos saltadores. Los saltos pueden permitir a la semilla llegar a un lugar seguro donde la larva pueda relajarse, transformarse en crisálida y metamorfosearse. Algunas saltan durante varios meses y pueden salvar decenas de millas hasta encontrar un lugar fresco y oscuro. Luego la larva taladra en la cápsula una portezuela por la que sale volando en forma de falena azulada. Hogar móvil temporario que, estremeciéndose, viaja con sus habitantes que lo abandonan después de cierta transformación propia.




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