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October Salon
Revista Umělec
Año 2007, 4
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October Salon

Revista Umělec 2007/4

01.04.2007

Robert Rigney | Perfil | en cs de es

El conductor del taxi llamó nuestra atención a un contraste interesante: a un lado de la calle la reflectante fachada de cristal del Hotel Intercontinental, en cuyo lobby Arka, el notorio criminal de guerra y capo mafioso fue balaceado en el año 2000 y del otro, apretujada entre vías rápidas y rieles ferroviarios, una de las mayores ciudades perdidas gitanas, un caótico desorden de chozas construidas con desechos, montones de basura y niños medio desnudos jugando en la tierra entre perros callejeros. ¡Bienvenidos a Belgrado! nos dijo el taxista.
Era la octava vez que visitaba Belgrado. He venido cada verano desde el fin de la guerra, quedándome un poco de tiempo en la ciudad antes de dirigirme al campo, a Sumadija, a Kosovo, Sandzak, Bosnia, Montenegro, Macedonia. Esta ocasión estaba aquí para cubrir el October Salon (Salón de Octubre) acompañado de William Hollister, un editor americano de la revista Umělec (El Artista). Sabiamos muy poco de lo que nos esperaba. Se me había dicho que este era el primer October Salon en el que no estarían representados los albanos de Kosovo. Al menos teníamos algo con qué empezar.
Caminamos sin rumbo por la ciudad, la ¡Manhattan de los Balcanes!, como la nombran. Los edificios lucían grises y la gente abarrotaba las aceras vendiendo maíz tostado, helados, lentes para el sol y todo tipo de artículos baratos. Los cafés estaban llenos. Los automovilistas tocaban sus bocinas. Las calles latían, ¿Sabes lo que este lugar me recuerda? Dijo William, “una caricatura de Tintín en Chicago.” Buscábamos un famoso restaurante, le pregunte a un hombre que pasaba por la dirección del lugar, ¿De dónde viene usted?, me preguntó, soy americano, le dije, “¡Yo soy de Kosovo!, Mrzim Amerikanci” ("odio a los americanos").
Nos reunimos con el curador del October Salon de este año, el critico Húngaro Lorand Hegyi, en los antiguos baños turcos, uno de los tres locales para el October Salon. La alberca vacía contenía ensamblajes desordenados creación del artista Serbio Nenad Rackovic. En una pequeña habitación, colgando del techo había fotografías, obra de Iván Zupanc, de la cruz dorada de Belgrado, una nueva catedral que surge en ángulos inusuales con improbables yuxtaposiciones por la ciudad. También interesantes fueron las extrañas fotografías familiares de la artista de Sarajevo, Gordana Angelic Galic que muestran a caballeros miembros del Ku Klux Klan y mujeres con velo musulmán.
Hegyi me dijo su concepto para el October Salon: “Micro Narrativas”, fue el término que utilizó. Habló acerca de la ausencia de temas universales y cómo en el Centro y Este de Europa, particularmente en los Balcanes, hay una sobredosis de ideología y fundamentalismo nacional, todo esta contruído como una ideología exclusivista y agresiva. Esta exhibición se supone que sea la apoteosis de la no-ideología, la no-monumentalidad, no-jerarquía, una liberación de todo. Se suponía que habría una cierta calidad efímera en las obras presentadas en el October Salon de este año. Una belleza rota a partir de la vieja idea de la belleza. Frágil, irónico, juguetón, definitivamente infantil. Un arte que declare: No soy fuerte.
Le hice notar a Hegyi que esta declaración se encontraba confrontada con Belgrado, un lugar marcado por el machismo, pues Belgrado en realidad es un pueblo muy macho y las calles están llenas de personajes intimidantes; la musica Serbia, el turbo folk, se trata de presentar una postura agigantada mientras que el graffiti en las paredes rinde homenaje a los héroes de la guerra y a los mitos serbios. ¿En dónde encuentra su lugar el concepto de Hegyi?
“Es muy importante para Belgrado” dijo Hegyi “puesto que la gente esta harta del seudo heroísmo… la gente es más frágil, la actitud machista que se encuentra aquí es una reacción directa a los últimos veinte años. Si se habla con un mayor numero de personas puede sentirse su fragilidad. Esta actitud macho es superficial. La mayoría de las personas con las que he hablado están heridas y quemadas.”
Esa tarde vimos algo que contrastaba diametralmente con el concepto de Hegyi de fragilidad, modestia e intemporalidad. En el Center for Cultural Decontamination (Centro para la Descontaminacion Cultural) presenciamos un show titulado Superego, obra del artista serbio radicado en Paris, Vuk Vidor, -quién también tiene obras en el October Salon de este año- su instalación incluía una estatua del artista a tamaño natural sobre un pedestal sembrado de latas de cerveza vacías, mientras que en la pared contigua letras en luces parpadeantes proclamaban “¡No hay nadie como yo!”, por otro lado fotografías de los amigos del artista con las palabras “¡Mis amigos son mejores artistas que los tuyos!” se amontonaban en la pared mientras que imágenes de gente de apariencia glamorosa incorporaban la declaración “¡Mis amigos lucen mejor que los tuyos!.” Para mi, esto era una representación bastante acertada de la actitud Serbia, que estaba en oposición a la íntima introversión centro europea de Hegyi y se trataba por completo de una pose agresiva. Este era el arte serbio.
Adicionalmente, contrastando con la ideología de callada modestia e introversión de Hegyi, la inauguración del October Salon, tuvo lugar en el Museo Tito, un magnífico espacio socialista con un grandioso mosaico realista- socialista de soldados y obreros sobre la entrada y la limosina Rolls Royce blindada de Tito en la sala junto a la escalera, regalo de la Reina de Inglaterra, coincidiendo con un esperado juego de futbol entre el Red Star de Belgrado y el Partizan, jugado en un estadio vecino, con el discurso de Hegyi pronunciado en los peldaños de museo, casi inescuchable por los cánticos de los hinchas del football.
En lo que se refiere a la exhibición, había numerosas obras que representaban las ideas de Hegyi, bastantes dibujos infantiles mostrando extraños e introvertidos mundos adolescentes, entre ellos sobresalían los serbios, siendo un poco mas rudos. Estaba Mrdan Bajic con sus dibujos sobre fotografías para esculturas monumentales honrando a una nación muerta.
También Uros Djuric era una elección rara. Djuric es reconocido en Serbia por sus imágenes constructivistas de jugadores de futbol, sus estrellas del rock y súper héroes, algunos de los cuales fueron presentados en una exhibición de la galería New Moment coincidiendo con el October Salon y a la cual tuve la oportunidad de asistir mientras estuve en Belgrado. Ahí pude ver, entre sus memorables obras, una imagen de Tito portando uno de sus uniformes militares típicos golpeando a un leopardo. Dando toda la justicia al concepto de Hegyi, estas obras de Djuric, no representan súper héroes, sino que representan al artista posando con varias celebridades, tales como Iggy Pop, Grace Jones y Wim Wenders.
Se incluía también un numero de obras de Vuk Vidor, cuya exhibición había visto el día anterior, pero en contraste con este, fue representado con pinturas y dibujos de cráneos.
Un poco después, Vuk se presentó en el Museo Tito y tuve la oportunidad de hablar con él. Admitió que la tendencia principal fue opuesta al concepto de Hegyi. Me dio un catálogo de una exhibición en Paris, que incluía, entre otras obras, un collage de soldados paramilitares serbios, niños-soldados africanos y Elvis, con Arkan en el papel central, posando con su unidad paramilitar y sosteniendo un cachorro de tigre de la piel del cuello. Mientras Hegyi alargaba sus discursos sobre las “micro narrativas” a los periodistas, Vuk y yo hablábamos acerca de arte Serbio.
“Aquí tiene uno que golpear duro para llamar la atención” dijo Vuk, “Debes hacer estallar a la gente. Debes ser como el Una-Bomber” ¿Que diría Hegyi a eso?
También hablé con uno de los organizadores, Mihail Milunović y le pregunté acerca de qué tenía que decir sobre el curioso hecho de que los albanos no hubieran sido incluidos en la exhibición.
“No es un asunto político”, dijo Mihail, “pero tu sabes, no es una moneda de una cara, los artistas albanos de Kosovo iniciaron sus carreras en Belgrado; Sin embargo, la gente no invita a los artistas jóvenes de Serbia. Nadie quiere recibir una granada de mano. Los albanos de Kosovo dicen que no pueden exhibir en Belgrado debido a que estarían muertos. Si existen prejuicios, deberán ser resueltos por ambos bandos.”
En lo que se refiere al resto de nuestra estancia en Belgrado, salimos en las tardes, fuimos a buscar el turbo folk, tratamos de interrumpir una boda que se celebraba sobre una embarcación en el Danubio; terminamos en Skadarlja, observando a una banda tamburshi brindar una serenata de tonadas gitanas a un grupo de serbios, conocimos a una pareja que nos invitaron a un club folk en una esquina desierta del Nuevo Belgrado.
Al día siguiente, William se dirigió a Praga y yo abordé un autobús hacia un poblado en Vojvodina en busca de arte popular. Mihail me informó acerca de este pueblo en donde todos los habitantes son pintores naif y la gente viene de lugares tan lejanos como Japón para comprar sus creaciones. Me tomó bastantes horas llegar. Caminando por sus calles, no pude encontrar nada que sugiriera remotamente que este era un pueblo famoso por su arte. Fui a un bar y ordené una cerveza. Le pregunté a la mesera si sabía donde podría encontrar algo de arte naif. Resultó que la abuela de su mejor amiga era pintora. La llamó y en poco tiempo nos encontrábamos en camino para una suerte de visita familiar. Su abuela vivía en una pequeña casa cuyo interior lucía como los grabados de madera del artista checo Joseph Lada. Las paredes estaban completamente ocupadas por sus pinturas. Todas ellas eran extremadamente Kisch, mostrando niños de mejillas sonrosadas y campesinos pasando un buen tiempo en el campo, lucían como tarjetas de navidad. La abuela era Eslovaca. Toda la gente de este pueblo era Eslovaca. Vinieron aquí en 1802 buscando libertad religiosa dentro del imperio Austro-Húngaro y hasta la fecha, aun hablaban Eslovaco. Después de visitar a la abuela, nos fuimos a ver al hijo, quien también era un artista y pintaba naturalezas muertas semi abstractas. Hablamos en Serbio y bebimos slivovic hecho en casa, después regresé a Belgrado.
Al día siguiente, fui a visitar a Uros Djuric, holgazaneamos en un bar artístico llamado Centrala en donde conocí al dueño, un artista que elabora salvajes collages con imágenes de los años treinta y súper héroes de revista ilustrada. Me presentó al video-artista Milica Tomic. Hablamos sobre turbo folk. Es la expresión real de la cultura Serbia, dijo Milica. Él mismo había trabajado con una estrella del turbo folk en uno de sus videos y estaba considerando hacer una opera turbo folk.
“Nosotros los Serbios sentimos que es solo nuestro”, dijo Milica refiriéndose al turbo folk, “es el producto más autentico de Serbia”.
Un día después volé de regreso a Praga y de ahí fui a Berlín. Fueron un par de días muy interesantes en Belgrado. Las nociones de Lorand Hegyi sobre micro narrativas y la nueva intimidad causaron muy poco impacto en la Ciudad Blanca. Recordé muchas cosas localizadas en la periferia, las cosas que contrastaban con las ideas de Hegyi pero, lo que me impresionó fue la Ciudad de Belgrado. ¿Cuándo la volvere a ver?







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