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nuevo MoscÚ arquitectura o sueño y realidad de los nuevos Manilov
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nuevo MoscÚ arquitectura o sueño y realidad de los nuevos Manilov

Revista Umělec 2008/1

01.01.2008

Alena Boika | mundo | en cs de es

“Estaba pensando en la placidez de la amistad, en lo bien que sería vivir con un amigo a la orilla de un río, luego construir un puente, luego una enorme casa con un mirador tan alto que se pudiera ver Moscú. Allí por las tardes tomaría té al aire libre y hablaría de cosas agradables”

Nikolay Gógol “Almas muertas”. Tomo 1


La arquitectura no es un arte, sino una respuesta a las necesidades de momento del individuo y de la sociedad entera. Tan sólo es arte en los raros momentos del auge cultural cuando es posible una síntesis de las artes, el momento de la inspiración y fertilización y la materia utilitaria. Sin embargo, la arquitectura se considera arte. Es asombroso ya que la arquitectura no es que quiera ser arte, más bien le gustaría que se le considere arte. El componente estético que está presente en la arquitectura está sujeto a manipulaciones. Será por que el arquitecto se cree Artista o Creador, o bien porque tiene complejos respecto a la falta de objetivos artísticos reales y se considera algo secundario. Las manipulaciones son de las autoridades. Las autoridades convencen a la arquitectura de que es bella y magnífica más a menudo de que lo sea de verdad. Ser bella significa útil al estado y ser magnífica consiste en glorificarlo. Así se crea un Estilo.

Egor Lárichev “La arquitectura de la omisión”.






Si lleva mucho sin haber ido a Moscú y lo visita por primera vez desde la descomposición de la URRS (1991), le costará reconocer la ciudad que durante largos años se llamaba “el corazón de mi Patria”. Si lleva 5 años sin haber ido, de todas formas se quedará estupefacto.
Lo primero que salta a la vista son las obras de construcción que abundan por todas partes. Parece que en cualquier parte de la ciudad la cámara tropieza con grúas que se han convertido ya en una parte imprescindible del paisaje. Los edificios se derrumban rápidamente, en su sitio con una velocidad vertiginosa crece algo completamente distinto. Desaparecen calles y barrios enteros, los moscovitas que hace algunos años luchaban por salvar el viejo Moscú de siempre ahora no tienen nada que decir ya que de aquel Moscú tan sólo quedan unos pequeños fragmentos escondidos por los patios y callejones.
Sin embargo, ha nacido otro Moscú al que ya nos hemos acostumbrado aunque nos sigue asombrando su velocidad y su dinamismo. Algunos escépticos que visitan Moscú afirman que éste carece de un estilo propio. No es eso. Lo que pasa es que en un corto período de tiempo Moscú ha vivido varios estilos diferentes al servicio de las autoridades oficiales y no oficiales. Al principio el legado arquitectónico de los tiempos soviéticos que incluía el estilo neorruso y el neoclasicista ha sido sustituido por el así llamado estilo “luzhkoviano” que ahora está siendo sustituido por el neoconstructivismo. Se usan varios términos para describir procesos que se han desarrollado en la arquitectura moscovita en los años 90: historismo, postmodernismo y eclecticismo. Ahora la tendencia general es avergonzarse de este pasado y decir que esta arquitectura es “mala”. Sin embargo, refleja la maduración de un nuevo sistema político y cambio paulatino de forma de gobierno.
El primogénito de la arquitectura postsoviética
El primer edificio que reflejaba el contraste entre las épocas ha sido el Museo Mayakovsky en la plaza de Lubyanka (1987 – 88) que luego han llamado “el primer ejemplo del deconstructivismo”. La sede del museo que propagaba el vanguardismo revolucionario está escondida detrás del nuevo edificio de la KGB que la rodea por los cuatro lados. Por tanto la principal tarea de los restauradores ha sido “hallar” el edificio y hacerlo visible. El resultado es un poco raro ya que el edificio tan solo se puede observar a través de una reja cerrada. Se entra en el museo a través de un espacio comercial lleno de raros objetos de hierro colado. Se da la sensación de que los han colocado allí a propósito y su misión es preparar al espectador para el encuentro con el arte por excelencia.
La reconstrucción del museo, dirigida por Andrey Bókov, empezó en la etapa eufórica de la perestroika, cuando parecía que todo iba a ser distinto y que todo estaba permitido. Vladímir Mayakovsky es un clásico consagrado y a la vez un revolucionario que “legitimó la innovación”. Los arquitectos, entonces, habían dejado de lado las prohibiciones y los complejos y crearon el espacio público más radical en los siguientes 15 años. Como dice Nikolay Malinin: “Ahora está de moda alabar lo bien que han captado el espíritu del deconstructivismo, aunque en aquel entonces no se sabía lo que era el deconstructivismo. El museo se hacía de acuerdo con las características de la época y del espacio”.

El localización era genial ya que la casa del poeta estaba rodeada por el nuevo edificio de la KGB. La metáfora estaba lista, tan sólo faltaba “encarnarla”. Lo han hecho muy bien. Por fuera vemos una instalación-prólogo. Un armazón torcido que simboliza la sencillez constructivista, la postura propia para la fotografía de Aleksandr Ródchenko y la revolución truncada. Dentro encontramos un fantástico y complicado espacio multidimencional, sin igual en aquel entonces. Saltando abismos y uniéndose en flujos, lleva al visitante a través de la biografía del poeta, marcando los momentos clave. La ascensión finaliza en un sencillo cuarto donde vivió y pereció el poeta.
Ha sido una auténtica obra maestra donde todo ha sido un acierto: la localización, la época, la estética, la propia persona del poeta y la del arquitecto. Lamentablemente, la arquitectura rusa no pudo desarrollar ni repetir aquel logro. Ahora el museo sigue funcionando y goza de gran popularidad, allí se celebran los actos más importantes del Movimiento Poético. El Museo Mayakovsky como un modelo de la nueva época y de la nueva historia rusa es un hecho aparte que anticipa una nueva tendencia en la arquitectura rusa que no llegó a desarrollarse. Los años noventa permanecerán en la historia como “la época de las torrecitas”.

Luzhkov y las torrecitas
El estilo “moscovita” o “luzhkoviano” que se caracteriza por las torrecitas, debe su nombre al famoso alcalde de Moscú Yuri Luzhkov (es alcalde desde 1992 hasta la actualidad). Le ha encantado este detalle arquitectónico y los arquitectos empezaron a poner torrecitas prácticamente en cada edificio para agradar al alcalde. La verdad es que el tedio que producen las torrecitas se debe tan sólo a que son demasiadas. Aproximadamente deben ser como unas doscientas cincuenta.
La ciudad sube en altura, los puntos de referencia de antes se pierden entre los nuevos bloques de vivienda y la ciudad necesita nuevos puntos de referencia. Así en su tiempo se ha explicado la aparición de los siete rascacielos estalinianos. Dichos rascacielos han sido un válido salto hacia nuevas dimensiones, mientras que las torrecitas son nada más que un tímido saltito (con la excepción de “Triumph-Palace” construido en 2006 que con razón han llamado el octavo rascacielos).
Los picos de los rascacielos son consecuencia lógica de su estructura, mientras que las torrecitas parecen haber sido “pegadas” en la parte lateral en el último momento. Nikolay Malinin dice con gracia: “Al no poder alcanzar el cielo, el edificio se enoja y escupe hacia allá. El escupitajo cae abajo y queda en forma de una torrecita”. Sin embargo, podemos decir que la búsqueda de un estilo propio y reconocible de Moscú es un motivo justo para la aparición de las torrecitas.
Además estaba el postmodernismo que permitió al arquitecto reutilizar, combinar y repensar el legado de antaño, en vez de inventar algo nuevo. El postmodernismo coincidió con la búsqueda de la nueva identidad nacional emprendida por el imperio descompuesto. Lo primero que se le ocurrió en aquel entonces fue restablecer las conexiones destruidas en 1917. Por lo tanto, todo lo que se haya construido, se ha construido de acuerdo con los principios del historismo. Las torrecitas han sido la más lógica cita del pasado ya que el Kremlin, el símbolo de Moscú, tiene como 20.
La aparición de la primera torrecita – la del hotel “Balchug” en 1991 - es algo lógico ya que quedaba justo enfrente del Kremlin. Luego empezaron a crecer como setas. El absurdo del “proyecto-torrecita” consistía, principalmente, en su omnipresencia. “Cuando una torrecita coronaba un edificio reconstruído en el centro, se podía entender. Sin embargo, cuando aparecía en las afueras en un edificio de estilo contemporáneo, ya era algo absurdo. Se desató una auténtica paranoia cuando la torrecita se convirtió en una especie de “pase” al centro de la ciudad. Se colocaba sobre cualquier cosa, a nadie le importaba si quedaba bien, se sabía que ayudaba a recibir el visto bueno de la organización que daba permisos para construir. Luego las torrecitas conquistaron también las afueras convirtiéndose de un símbolo de la arquitectura moscovita contemporánea a un símbolo por excelencia de Moscú de los años 90, igual que los atascos, los vagabundos, los quioscos, la publicidad, los clubes nocturnos y los puntos de cambio de divisas. Aunque, a diferencia de las cosas mencionadas arriba, la torrecita no fue consecuencia lógica de la economía del mercado, la democracia y demás reformas de Yéltsin, sino una especie de locura regional”. Fíjense, en los edificios nuevos de San Petersburgo o Nizhny Novgorod apenas vemos torrecitas. Es algo muy significativo ya que las reminiscencias de un estilo ruso tradicional ( téremes, jambajes, kokoshniks y demás) siempre han aparecido en una época difícil cuando se necesitaba reforzar la conciencia nacional, por ejempo, la segunda mitad del siglo XIX (la guerra de Crimea), principios del siglo XX (la guerra ruso-japonesa), o la segunda mitad del siglo XX (Gran Guerra Patria). Por eso el estilo se difundía por todo el país. Sin embargo, a finales del s.XX vemos “el estilo ruso moscovita” donde de toda la variedad de medios artísticos tan sólo queda la torrecita.

La evolución de las torrecitas cuenta con tres etapas:
Primera: 1991 - 1995. Las torrecitas se colocan para acompañar los ya existentes puntos de referencia (los campanarios, los picos y los techumbres pirámidales) sirviendo de elementos dominantes que “concluyen” la perspectiva. Sus prototipos son edificios históricos: los campanarios, las fortalezas y los monasterios. Los ejemplos más representativos son la sala de conciertos “Krasnye kholmy”, el banco “Toko-bank” en el malecón Krasnopresnenskaya , “Usadba-tsentr” que queda detrás de Mossoviet.
Segunda: 1996 - 2000. Las torrecitas son tantas que dejan de tomarse en serio, se empieza a jugar con ellas. Se deconstruyen, a veces se deja un armazón sin rellenar, a veces se convierten en palomares, techumbres pirámidales, miradores y rotondas. Aquí vale la pena mencionar los bloques de vivienda en el callejón Dáev, en la calle Sokolnicheskaya y el edificio “Patriarca” (del arquitecto Sergey Tkachenko 1997 - 2002) con los capiteles de Vignola y la torre de la III Internacional de Vladímir Tatlin. Parece un pastel de boda donde como rosas de crema aparecen patricios romanos en vez de los típicos obreros y campesinas. A propósito, en las figuras en togas, si se contemplan desde cerca, se puede reconocer a 13 arquitectos y jefes del urbanismo más importantes de Moscú. Un edificio lujoso con cuatro fachadas diferentes, el mejor ejemplo de eclectismo, postmodernismo y un vehemente vuelo de la fantasía ha sido declarado patrimonio arquitectónico por el Museo Schusev de Arquitectura cuando aún estaba en proyecto y en construcción.
Tercera: 2000 - 2004. La torrecita histórica ya es impensable, pero el mecanismo está establecido. Por lo tanto, siguiendo las pautas formales, las torrecitas adquieren un toque high tech (Alta Tecnología). Se hacen de hierro y cristal, parecen espirales y ruedas dentadas que en vez de veletas terminan en antenas. En este apartado mencionamos la oficina de “Electrogarant” en el malecón Sadovnicheskaya, el bloque de vivienda en la plaza Tishinskaya y la oficina de “Nikoil” que queda detrás del Palacio de las Juventudes.
Con éste último pasó una historia significativa. Al principio la torre se coronó con una torrecita tal y como ordenaba “el estilo moscovita”. Sin embargo, no dio tiempo de terminarla ya que llegó la crisis financiera de 1998. Después de la crisis quedó claro que los coqueteos con el estilo histórico habían terminado y de la torre tan sólo quedó un armazón en forma de cubo que desapareció al cabo de un año. En el 2001 finalmente llegó la torre: un pico de alta tecnologia de 35 metros de altura. No hay remedio contra las torrecitas.
(Nikolay Malinin. ESCUPITAJOS AL CIELO. Curso breve de la historia de las torrecitas de Moscú. “Shtab-kvartira”, 2004, № 10)

Los esplendores
Al mismo tiempo, en 1992 apareció el primer complejo de vivienda para la élite “Park Place” que “combinaba el constructivismo ruso con el neobrutalismo occidental”. Ha sido el prototipo de los futuros complejos de este tipo, con aparcamientos, guarderías, lavanderías, restaurantes y clubs de acondicionamiento físico. Al principio se suponía que allí vivirían aislados los funcionarios de las embajadas (el edificio estaba encargado por el MAE), pero con el tiempo la caza de brujas se remitió y aparecieron también otras categorías de inquilinos.
Los materiales favoritos de la época son la piedra y el mármol ya que parecen presentables y “ricos”. Uno de los ejemplos más representativos es el nuevo edificio del Picadero construido en vez del antiguo edificio desaparecido en un incendio. El edificio antiguo ha sido una obra maestra creada por los arquitectos Ossip Bové y Agustín Betancourt en el siglo XIX. El nuevo produce estremecimiento a los arquitectos, sin embargo, al público le gusta. No habría tantas críticas si el edificio no hubiera sido tan modernizado durante la reconstrucción en el 2004 – 2005. El Jardín de Alejandro se ve un poco raro, cursi y no muy natural con sus faroles, sus bancos y su pompa. No obstante, nunca había sido más popular.
Más o menos en aquella época apareció el primer edificio-espejo, un McDonalds. Las opiniones han sido diversas, algunos decían que el arquitecto Alexey Vorontsov se había burlado del imperio de hamburguesas y las queso-burguesas, otros estaban encantados de un edificio tan “contemporáneo”.
Al mismo tiempo llegó a Moscú el escultor Zurab Tsereteli cuyas estatuas de dimensiones colosales se multiplicaron por toda la ciudad. Como dijo un amigo mío, pintor: “Cuando uno mira a este Pedro I, piensa, vaya qué grande. Es muy pop, pero es enorme, por lo tanto está bien. Si no fuera tan grande, no serviría para nada ”.
En el 2002 empezó el declive de la torrecita. Rusia se fortaleció, Moscú empezó a dejar de lado la sensibilidad y la exaltación típicamente rusas que aún siendo algo exageradas y habiendo producido maravillosos ejemplos de mal gusto, eran una algo sincero. Finalmente, el capitalismo ganó y la sensibilidad rusa empezó a sustituirse por el reluciente globalismo universal.
Ahora reinan la moderación, sencillas formas geométricas, superficies planas y sin adornos. Tiene mucho en común con el Moscú de los años 20, con la vanguardia rusa, en concreto, con el constructivismo. Por eso el nuevo “estilo moscovita” lo han bautizado “neoconstructivismo”. A este estilo está dedicada una entrevista con Aleksandr Zmeul, experto en la arquitectura contemporánea de Moscú.

Alena Boika (AB): ¿Podemos hablar de un estilo propio para el Moscú de los últimos 15 -20 años? Pregunto porque Vladimir Resin dijo que el estilo moscovita tenía ya 850 años, por lo tanto no tenía sentido relacionar el estilo tan sólo con los años postsoviéticos.
Alexander Zmeul (AZ): Durante los tiempos soviéticos en la construcción reinaban los proyectos estándar. Los arquitectos no se dedicaban a la creación, sino a la adaptación de los proyectos existentes a las características del terreno. Terminada la época soviética, ya fue posible crear y los arquitectos que llevaban años soñando, por ejemplo, con castillos de cuentos de hadas, empezaron a convertirlos en realidad. Las autoridades que también habían nacido y vivido en aburridos y feos bloques de vivienda, por ejemplo, Yuri Luzhkov que nació en un barrio obrero donde no hubo ningún edificio bonito, según cuenta en su libro “El modelo moscovita” (2004), tenían su visión de la belleza. El postmodernismo histórico en su versión más fea personificó estos sueños: Moscú de las cúpulas doradas, las torrecitas, los arquitos y demás detalles típicos para principios de los años 90. Fue una imitación de los bloques de vivienda del siglo XIX, aunque muy cutre, con los detalles mal labrados y de poca calidad. Este estilo dominaba en los principios y mediados de los 90, luego, sobre todo en los últimos años, se perfila un cambio. Aunque a veces también se construyen estas cursiladas, ha surgido una nueva tendencia según la cual Rusia es una parte del mundo globalizado. Entonces nuestro alcalde ya quiere cosas de cristal y hormigón, también han empezado a invitar a arquitectos extranjeros. Creo que hablando del “estilo moscovita” de los 90 aún podemos generalizar: torres, torrecitas, arcos y pilastras; mientras que “el estilo moscovita” de hoy en día se caracteriza nada más por sus dimensiones y su lujo. En cuanto al estilo, puede ser cualquier cosa: un palacio reconstruido como Tsaritsino, o bien un rascacielos de “Moskva-city” cuyo proyecto fue elaborado por una empresa estadounidense que representa la arquitectura “inversionista” válida para cualquier espacio. Así que creo que ahora no existe ninguna definición estilística para “el estilo moscovita”.

AB: ¿Está de acuerdo con que la tendencia dominante de la arquitectura contemporánea es el neoconstructivismo? Ahora se está hablando de que ha llegado la hora de realizar los proyectos que no hayan sido realizados en los años 20 – 30 o bien se hayan construido con materiales de poca calidad en vez de los previstos por los arquitectos. Por ejemplo, ahora lo están haciendo con el hotel “Moskva”.
AZ: ¿Quiere decir, tecnológicamente? Pues, tecnológicamente, tal vez, sí, estilisticamente, lo dudo muchísimo. Hay arquitectos que han trabajado y siguen trabajando en el marco de del neoconstructivismo, por ejemplo Vladimir Plótkin, Sergey Kiselev y Nikolay Lyzlov. Ahora ellos, como también los demás, tienen más encargos. Yo creo que el hotel “Moskva” no es un ejemplo, ya que ha sido constructivista desde el principio y luego en el proyecto se metió Alexey Schusev. Se cree que en el centro no hay lugar para cosas de este estilo. Las ideas que provienen de él pueden ser realizadas, todo depende del terreno. Arquitectos decentes nunca se han permitido torrecitas, ni siquiera en aquellos tiempos de desenfreno y oscurantismo arquitectónico. “Casa-catamarán” de Vladimir Plótkin es uno de los mejores ejemplos. Así que imagínese el proceso: la idea de arquitecto, el encargo del cliente, el contratista, los materiales, ahorrando en esto o en aquello, ya que es un “high tech sin terminar”, “rascacielos sin terminar”, “ciudades sin terminar” y nadie quiere gastarse en altas tecnologías o en materiales caros porque tenemos un capitalismo salvaje con ganancias salvajes. Cualquier cosa que se construya, se comprará.

AB: ¿Entonces qué es lo que pasa con “La Casa de los yates”? Llevaban tiempo construyéndola y luego aparecieron muchos problemas con la ecología y ahora no saben que hacer con el proyecto.
AZ: ¡Pues ya está a la venta! El folleto de “Capital-Group”, la empresa que está llevando a cargo el proyecto es muy representativo ya que viene “La Casa de los yates” y al otro lado está un edificio estilo imperio neostaliniano.

AB: Según las críticas de la arquitectura de Moscú, en la capital hay muchos edificios, mucha construcción y muy poca arquitectura. ¿Qué es lo que opina Vd.?
AZ: Bueno, sí, hay quien dice que la arquitectura y la construcción son dos cosas aparte. Es verdad que a veces nada más se necesitan espacios. Por ejemplo, el centro comercial “Mega” no tiene arquitectura alguna, pero bueno, allí puede que no haga falta. Sin embargo, cuando se construye un edificio de oficinas enfrente del Kremlin y tampoco vemos “aquitectura” , se construye “algo” desde el punto de vista de personas con un gusto mediano. El problema está en la cantidad de edificios que no tienen nada que ver con la arquitectura. Hoy día faltan arquitectos, los estudiantes de tercer año ya trabajan, no importa su calificación, sea como sea, tendrán trabajo. ¿Y estos arquitectos, quienes son? Es un gran fracaso ya que en 10 años apenas hubo competencia alguna para entrar en el Instituto de Arquitectura de Moscú, se aceptaba a cualquier pretendiente. Por lo tanto, ahora hay muy pocos arquitectos treinteañeros. Así que sean como sean tus capacidades y aptitudes, entraras en el Instituto. Imagínese ahora la cantidad de arquitectos de este tipo que se han licenciado en estos tiempos. Pero, a fin de cuentas, alguien tiene que construir. Por ejemplo, ahora se va a construir un gran complejo de vivienda en la avenida Kutuzovsky, son seis bloques enormes y ninguno de mis contactos ni yo hemos oído hablar del arquitecto que se encargará de un proyecto tan grande.

AB: Hablando del período convencionalmente denominado postperestroika, o sea desde 1986 hasta la actualidad, ¿podemos dividirlo en etapas además del período “luzhkoviano” y un convencional estilo neoconstructivista?
AZ: Hablando de 1986, antes que nada hay que mencionar que hubo varios grandes proyectos que han sido proyectados con Brezhnev, han empezado a construirse con Gorbachov, han sido terminados con Yéltsin e inaugurados con Putin. Por ejemplo, la estación de metro “Trúbnaya” que se ha inaugurado en el pasado mes de septiembre, ha sido empezada en 1990, o sea es un proyecto del período soviético tardío. En el transcurso de las obras hubo cambios divertidos y transformaciones peculiares en los proyectos. El período “luzhkoviano”, de transición que se ha ido transformando poco a poco. Yo creo que la idea de regenerar la construcción no estaba mal, pero luego la transformación fue en aumento, al principio restauraban, luego destruían construyendo algo parecido en aquel terreno, y al final empezaron a destruir edificios que sí valían la pena y construir algo que no tenía nada que ver. Hablando de los años 2000, todo se intensifica, pero hay más diferenciación. Por ejemplo, se ha puesto de moda renovar los antiguos espacios industriales. Allí aparecen tipos de espacios antes desconocidos: apartamentos, art-hoteles y demás. Las exigencias y las características del espacio crean una nueva arquitectura. No es que esté del todo mal, al fin y al cabo, hay más buen gusto y más variedad en tendencias.

AB: ¿Viendo la arquitectura como una especie de repercusión de los gustos de las élites o de las autoridades, podemos llamar la arquitectura de ahora “putiniana”?
AZ: No sabría decirte, no estoy seguro de que podamos llamarla así, aunque ahora está de moda la estética soberana, eso sí. También ahora todo se combina, es como lo que está pasando con la prensa rosa que no existía en los tiempos soviéticos y ahora está viviendo un auge. Putin no ha mostrado demasiadas preferencias en cuanto al estilo. Durante la inauguración de Tsaritsino dijo: “La restauración es una cosa de los historiadores, lo más importante es que la gente esté bien”. Por lo tanto, me imagino que no se mandan instrucciones de ningún tipo a ninguna ciudad rusa. Creo que la única característica de la arquitectura “putiniana” es el hecho de que ha aparecido mucho dinero procedente de la exportación de petróleo, así que surgen los innumerables rascacielos, centros comerciales o proyectos desorbitados como “el balneario cubierto más grande de Europa” con 5 pistas de esquí de montaña, parques acuáticos, hoteles, una pista de hielo y demás cosas. Hay mucho dinero y mucha gente que entiende que se puede ganar un buen dinero en el mercado inmobiliario. Los mercados de petróleo, de gas y de telecomunicaciones están estructurados y organizados, mientras que el inmobiliario carece de estructura definida, uno compra un solar, piensa que es lo que va a hacer con él y luego construye cualquier cosa. De la época de Putin tan sólo podemos decir que es un proyecto de dimensiones extraordinarias. Por ejemplo, la torre “Federación” donde tuvo lugar la Bienal, es una torre pequeña, unos 35 pisos de la cual están ocupados por el grupo financiero “Vneshtorgbank”, si no me equivoco. Es muy simbólico. Preferencias estéticas allí no hay.

AB: ¿Qué es lo que opina sobre lo que se dice del centro de negocios “Ciudad-Moskva”? Dicen que empiezan obras colosales con entusiasmo y luego llegan los problemas: los terrenos son pantanosos, los obreros procedentes de las repúblicas de Asia Central son de baja calificación y además no está muy claro cómo utilizar estos edificios.
AZ: “City”(Cuidad) es un proyecto divertido, es como el canto del cisne del período soviético. Llevaban tiempo pensándolo y en 1990 las autoridades de Moscú decidieron construir un centro de negocios. Los arquitectos crearon un concepto, o sea dibujaron un edificio abstracto para público abstracto. Los contornos del núcleo de “Ciudad-Moskva” iban a repetir las de la Plaza Roja. Los rascacielos se colocarían en forma de arco siguiendo la línea del río. Su altura subiría paulatinamente. Iniciadas la obras, los funcionarios estaban orgullosos por la “zanja de cimentación más grande de Europa” que durante mucho tiempo permanecía intacta ya que mucho dinero se había extraviado. Por ejemplo, en la construcción de las carreteras se gastó 20 veces más de dinero. El primer logro fue el puente “Bagratión” que se inauguró en 1997 en el aniversario 850 de la fundación de Moscú, luego fue la Torre “2000”, inaugurada en 2001. En aquel entonces no hubo mucha falta de un complejo así, ya que la demanda de locales para oficinas no fue tan alta, la idea principal de la construcción fue descargar el centro de la ciudad. Si lo hubieran hecho de manera razonada, mejor. En aquel entonces no cuajó y la obra se reanudó cuando la economía empezó a crecer, apareció dinero y los precios del petróleo alcanzaron los de ahora. Por supuesto, la altura de los edificios empezó a subir, ya que no hubo limitaciones al respecto. Desde el centro no se ve, cuántos pisos son, 70 o 90. Lo importante es que el proyecto supone que allí va a desplazarse mucha gente y eso que sus conexiones con el centro dejan mucho que desear. En lo que se refiere a la necesidad de tanto local para las oficinas, hará falta hasta que los precios del petróleo sigan altos. Por ejemplo, en Londrés o Nueva York hay muchos locales vacíos construidos más o menos en estas condiciones, o sea es algo normal. En lo que se refiere a la calidad, es una plaga de Moscú, me da miedo ver a estos obreros, por otro lado, hay empresas extranjeras trabajando y espero que no se dediquen solamente a la proyección , sino también controlen la calidad de las obras. También aquí están vigentes anticuadas normas de seguridad, los ingenieros tratan de reasegurarse. Por ejemplo, en Europa las normas de resistencia al fuego para un edificio común son dos horas, o sea en 2 horas no quedan personas vivas si es que están dentro. Según las normas vigentes en Rusia son 4 horas.
Entonces, las paredes y los entarimados son más gruesos, aunque se robe la mitad de los materiales y se construya mal, queda cierta reserva de resistencia y eso me consuela. En lo que se refiere a los terrenos, son pantanosos en todo Moscú. Bueno, en Malasia está peor todavía. Si no se defienden ideas nuevas, cualquier innovación se tomará mal. Cuando estaban construyendo el primer centro comercial subterráneo en la plaza Manezhnaya, todo el mundo decía que se iba a hundir. No creo que se hunda, deficiencias de calidad sí que hay, pero puede que nuestra generación no las vea.

AB: Hay quien dice que el Moscú “de toda la vida” está destrozado, cualquier cosa que se contruya o se restaure es una especie de pueblos de tela y cartón, como los de Potémkin mezclados con el capitalismo salvaje. ¿Qué es lo que opina?
AZ: Creo que ya no tiene sentido hablar de eso, ya que de aquél Moscú quedan solamente unos fragmentos. Por ejemplo, está el Kremlin, pero los edificios de le rodean, no tienen valor histórico: el Picadero está quemado y reconstruído, el hotel “Moskva” también esta en reconstrucción. Enfrente está el edificio antiguo de la Universidad, acaban de destruir la tapia de ladrillo, el último detalle auténtico que le quedaba, y han puesto una de hormigón armado. Es divertido, ya que cuando se elaboran rutas turísticas peatonales por Moscú, no se entiende adonde tienen que llegar y que es lo que van a ver los turistas ya que por todas partes vemos reconstrucciones contemporáneas. También quedan unos pocos rincones de viejo Moscú, en Kitay-gorod o en la zona del Anillo de Bulevares, pero estos edificios del siglo XVIII o XIX no tienen valor artístico, lo que sí tienen es ambiente. Como no tienen valor artístico, no los protegen, por lo tanto, lamentablemente, están condenados. Aquí suelen proteger lo mejor, las cosas de segunda y tercera importancia se destruyen. Menos mal si hubieran construido en su lugar algo de dimensiones parecidas, pero la altura de los edificios sube sin parar y a un ritmo vertiginoso. Antes, por ejemplo, cuando “se reconstruía” un edificio de dos plantas, se le añadía una buhardilla, y ahora se añaden dos plantas más y una buhardilla también.
Ahora los barrios obreros alejados del centro son más históricos que “el centro histórico”. Las autoridades y las empresas de construcción aún no han llegado allí, ya que la tendencia es relativamente nueva.

AB: ¿Qué es lo que opina sobre la idea de destruir los antiguos edificios que no tengan valor? La ciudad tiene que crecer y desarrollarse.
AZ: Bueno, en el siglo XX se ha llegado a la conclusión de que hay que valorar y proteger lo antiguo. Por otro lado, a menudo buena arquitectura y un buen ambiente en la ciudad no tienen nada que ver. En la zona de Ostozhenka hay edificios estupendos: “La Casa de cobre” (Sergey Skuratov) y “La Casa de leche” (Yuri Grigoryan, proyecto “Meganom”), sin embargo el ambiente no es bueno, hay un espacio exánime sin vida alguna. Por otra parte, en la zona de Kitay-gorod hay callejones con edificios sin valor artístico alguno, pero hay tiendas, cafeterías donde se reúne gente y uno se siente más a gusto allí. En Estambúl, por ejemplo, cuando vas por la calle, las primeras plantas están ocupadas por tiendas y cafés. Solamente puedes apreciar las mezquitas y los minaretes si levantas la cabeza, así que ves esta preciosa arquitectura sin que te agobie. En Moscú el tema de los espacios públicos todavía se está empezando a desarrollar.
AB: ¿Puede enumerar, digamos, 5 éxitos de la nueva arquitectura moscovita que hay que ver sin falta?
AZ: Aquí tengo preferencias personales, a mí me gusta la arquitectura neomodernista contemporánea. Hay unos arquitectos que trabajan muy bien con el estilo neoclásico, admito sus logros aunque no me identifico con este estilo.

Los personales son:
- Vladímir Plótkin – El bloque de viviendas “Catamarán”
- El centro comercial “Cuadro” – un singular ejemplo de juego con el paisaje, ya que se suele dejar la superficie plana y construir algo plano.
- la zona de Ostozhenka (edificios proyectados por “Buró Ostozhenka” y situadas en las inmediaciones de la calle Ostozhenka) – “La Casa de leche”, Copper House (“La Casa de cobre”) y la casa de ladrillo marrón el en callejón Butikovsky, 5
- una creación de “Buró Ostozhenka”- City Tower (Torre de la Ciudad) – edificio impertinente, pingüino, casa embarazada y vela - así se le llama
- al lado de la catedral católica de la Inmaculada Concepción de la Virgen María situada en la calle Gruzinskaya hay una casa de cristal de varios colores. La casa esta construida de forma que se vea el pico de la Catedral.
- el espacio comercial de “Mercedes” - arquitecto Aleksandr Asadov.
- el estanque del río Kliazma.
Con ésto no me identifico - neoclásica:
- “La casa de Pompeya” de Mikhail Belov (2002 – 2005)
(en cuanto a este edificio hay que decir que su belleza indudable salta a la vista solamente desde lejos. Uno tiene que alejarse y la calle es tan estrecha. La única manera es entrar en el patio de la iglesia del Apóstol Felipe y apreciar los encantos a través de las cúpulas.
- “La casa romana” de Mikhail Filippov en el callejón Kazachy.
Saben trabajar con el contexto, con los detalles y con las tecnologías. Por ejemplo, el Arco Rojo, un arco calado en el noroeste de Moscú. 72 cables de alambre sostienen una hoja, sobre la cual está situado un restaurante. También está “La casa-Aerobus” (arquitecto Vladmir Plótkin), una casa bella y formidable, parece una hoja de cuaderno enorme en la cual caben 2000 apartamentos. Una escalera mecánica lleva hacía la entrada que está a 8 metros de altura. Allí mismo, a la altura del estilóbato, esta la zona de juegos infantiles. (Estilóbato en arquitectura de la antigüedad es la superficie superior de un basamento escalonado (estereóbato) sobre la cual se apoya una columnata. En la arquitectura contemporánea es la parte superior del basamento escalonado de un edificio o un basamento que conecta varios edificios.) Las opiniones en torno a este tipo de arquitectura son ambiguas, pero es obvio que habrá muchos edificios de este tipo.
AB: ¿Cuáles son los edificios que borraría de la faz de Moscú?
AZ: Todos los arquitectos coinciden en que el peor desastre es el edificio en la plaza Arbatskaya, donde empieza la calle Arbat, enfrente del restaurante “Praga”. Es una vieja historia: el solar llevaba mucho tiempo vacío, ya que estaba planeado mover hacia allá el edificio del restaurante “Praga” (en la época soviética estaba de moda mover edificios), luego en aquel solar han construido algo de verdad monstruoso. Si fuera solamente un edificio, menos mal, pero inevitablemente los otros edificios de la zona van a subir en altura.
En Krasnye Kholmy, donde está la Casa de la Música, hay un hotel de 33 plantas que se ve desde la Catedral de San Basilio que está en la mismísima Plaza Roja y salta mucho a la vista.
Lo más hortero está en la zona del hotel “Bálchug” y el malecón Kadashevskaya. No queda ningún edificio viejo, sin embargo, no se puede tocar el edificio de la galería Tretyakov ya que “allí no hay lugar para la arquitectura contemporánea”.
Cuando voy a San Petersburgo y la gente de allí se queja de algún monumento feo, yo pienso que es algo que no salta demasiado a la vista y, por lo tanto, no importa. Las cosas que acabo de mencionar están más allá de todo límite.
En lugar de conclusión voy a citar a Grigory Revzin: “Existe una idea muy grande y muy pura que es la arquitectura contemporánea. Vive en el Occidente y nuestra misión es alcanzarla, entonces llegará la felicidad. Como si el Politburó se haya trasladado de nuevo a Zürich y nos esté mandando directrices. Está bien, pero no es eso lo que queríamos. El objetivo principal de la arquitectura postsoviética ha sido alejarse de Moscú-capital y llegar a Moscú del individuo, Moscú-cuna del impresionismo ruso, Moscú fabuloso y sin reglamento estilístico que a mediados del siglo pasado contrastaba tanto con San Petersburgo-capital .” (Grigory Revzin “Camino hacia la fachada-2”).
El tiempo dirá, si en el nuevo estilo imperial habrá “hervor feliz de lilos en flor” que menciona Grigory Revzin. Sea como sea, Moscú sigue siendo una ciudad que sorprende y desea superar en tamaño, en dimensiones y en lujo. Sea como sea este lujo que va de la mano con el espiritu del tiempo.

La autora agradece a Nikolay Malinin, creador de la página web “Otro Moscú”, a Aleksandr Zmeul, crítico de arquitectura y todos los que le han ayudado a escribir este artículo.

Fuentes utilizadas:
Otro Moscú – drumsk.ru
El Moscú que ya no está - www.kotoroy.net
Ivan Ezersky “Constructivismo en zapatillas”. («Itogi 44, noviembre 2002)
citytrends.ru
walkingcity.ru
projectclassica.ru
archi.ru
compromat.ru/main/tsereteli/lepota.html







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