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Editorial 1-2008

Revista Umělec 2008/1

01.01.2008

Ivan Mečl | Editorial | en cs de es

Trabajamos como ancianos y, pese a ello, somos más niños que nunca antes. Nos dejamos rodear por prodigios portátiles y, por eso, ni llegamos a saber qué estamos manejando. Tratamos de vivir con seguridad y, pese a todo, no sabemos en qué consiste. Muchos de nosotros han perdido el tiempo pero poseen cosas. Nos encantan las cosas y sus nombres nos suenan a encanto. Las amamos; ellas no nos aman. Emocionados al conseguirlas y desgraciados cuando las perdemos. Infelices, sin tiempo, debido al amor no correspondido y siempre en movimiento.
Olvidémonos de la cultura. No sabemos qué significa. La palabra cultura se encuentra al final de su historia creadora de sentido, por servir como muleta de cualquier tontería. Para qué tener el ministerio de quién sabe qué cultura abstracta, contando como contamos con una cultura de la cerveza, otra de la mesa, la cultura jurídica, la parlamentaria y la cultura o cultivo de mohos, o sea de yogures. Sin atributo, la cultura es un embuste.
El arte pretende ser ciencia. Se preocupa por la filosofía, la sociología, la psicología y quisiera ser una de las fuentes de la pedagogía. Quiere ser político pero conservar el carisma del underground y de lo apolítico.Quiere ser un artículo más en venta. Pone en ridículo la cultura popular, la sociedad que anhela ser rica; preconiza la humildad. No obstante, consume dotaciones financieras en modo alguno desdeñables y, para autopresentarse, aprovecha los grandes recintos feriales. El arte contemporáneo aspira a ser todo y, a un tiempo, no dejar de ser excepcional. Ya que el arte solo significa poco, por significar demasiado.
El artista de nuestro tiempo es como Suiza. Es como un país que desea preservar su neutralidad en el juego y, pese a ello, estar del lado de los vencedres, triunfe quien quiera. El artista no necesita saber mucho pero quiere expresarse acerca de todos los fenómeos contemporáneos. No hay rama donde no meta las narices; sin embargo, cuando se equivoca, alega la inmunidad del artista. Lo único que le inspira miedo es el propio concepto del arte con el que quiere cumplir sin equivocarse.
Cabe llamar pereza a todo proceso de pensamiento sin resultado tangible. Hoy, la pereza no se perdona. La actividad es la solución universal para el día de hoy. Quedarse parado en un lugar no cunde. La pasividad verdadera exige mucha valentía.
El hombre vivo habla. El hombre listo y vivo, escribe. El muerto calla. Hombre perezoso muerto.
Renunciar al concepto da la esperanza de encontrar el sentido.







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