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Manchas en manos. Primera adaptación.
Revista Umělec
Año 2008, 1
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Manchas en manos. Primera adaptación.

Revista Umělec 2008/1

01.01.2008

Gabriel Acevedo Velarde | en cs de es

Estoy haciendo un proyecto que por el momento se llama “Berlín”. Aquí presento una pequeña parte: un texto que escribí hace un par de semanas y el proceso de su primera adaptación a video. Me interesa la manera en que la valoración de las experiencias cambia constantemente de lugar dentro de uno mismo. A veces parece que si uno va para atrás en el enramado de acontecimientos diarios, en vez de encontrar las ramas gruesas, uno encuentra más bifurcaciones, hasta el punto en que la experiencia se asemeja más a una red infinita que a un árbol.


Texto original

Cuando salió del departamento tuvo el presentimiento que se estaba olvidando de algo, pero decidió pasarlo por alto para que tal vez todo se arruinara más tarde. Se tropezó en las escaleras y fue a dar con las dos manos al piso. La maniobra no fue convincente ni para él mismo, ni para la pareja de vecinos que venía subiendo. Lo miraron raro y no le ofrecieron ayuda. De todas formas maldijo en voz más o menos alta, para ayudar a que toda la escena tuviera algún sentido. Pensó, con buena entonación, “¿por qué siempre tienen que pasarme estas cosas?”. Se imaginó calculando la cantidad de veces que se había preguntado lo mismo antes. Como respuesta sináptica, su cabeza le devolvió un eco importante, como un redoble de timbales (en las paredes internas del cráneo, los palcos están abarrotados de mujeres a punto de llorar; bien). Sintió que era el tipo de respuesta que verdaderamente se merecía y eso borró la frustración de no haberse tropezado con mayor torpeza.

Se levantó y observó las palmas de sus manos, que palpitaban en una mezcla de dolor y adormecimiento esta vez real. Manchas rojas como mapas desaparecían y reaparecían, se deslizaban como líquido en una bolsa plástica. Se asustó, creo que porque en esas manchas él no veía mapas o líquido en bolsas, sino rostros.

Regresó rápidamente al departamento, deseando que por favor el fenómeno de las manchas no se fuera. Soy alguien especial, soy alguien especial. Quería llegar al baño y verse las palmas de las manos en el reflejo del espejo, para sentir que el acontecimiento quedaba así registrado, o quizás para tratar de identificar alguno de los rostros viéndolos al reverso. De cualquier manera, quería llevar las manchas al baño pues sabía que era el lugar donde ocurrían los peores accidentes.

El espejo estaba sucio y la luz del baño era débil. Todo el apuro se apagó en la cóncava realidad del lavabo. Se lavó las manos lentamente alternando agua caliente y fría, sabiendo que nada se llevaría las manchas. Hasta ahí había llegado la convicción en su propia sorpresa. No era la primera vez que esto ocurría. Y claro que sabía que era sólo sangre bajo la piel, reacciones del tejido muscular, etcétera, pero una pregunta directa y auténtica también se configuraba de nuevo: ¿quiénes eran esas personas gritando en sus manos?




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