¿Quedarse a mitad de camino?

La humareda que subía del tejado de la casa U kamenného Zvonu pudo asustar a cualquier transeúnte. Lo que se apoderaba del monumento gótico no era un siniestro. Bajo la celosa vigilancia de los bomberos y a título de experimento, Jana Kalinova estaba creando una nube artificial.
El gas blanco subía por un tubo transparente varios metros encima de la cornisa de la casa y se agolpaba en torno a un sistema de globos inflables. El viento perturbaba la apariencia de nube, desprendía el gas de los globos y los dispersaba. “Lo considero solamente como un esbozo. Las condiciones no permitían una solución satisfactoria,” valoró Kalinová el desarrollo de la acción cuyo resultado se parecía a una gran candela fumígena.
Lleva más de un año dedicándose a la solución de las cuestiones técnicas que le permitan crear una pequeña nube que pudiera manejarse a voluntad. El curador de la Bienal del Arte Joven Zvon, Karel Císař, fue el primero en moverla a ensayar sus propósitos en condiciones reales. Los espectadores fueron testigos de una prueba que debía convalidar o rebatir la validez de la teoría. Puesto que el espectáculo inhabitual no se logró y la nube no fue más que una nube sumamente aproximativa, podían marcharse decepcionados.
Jana Kalinová intenta cada vez más cruzar la imaginación con la ciencia. Su pertinaz idea sobre la obra de arte la lleva a ir descubriendo paulatinamente las leyes y los procedimientos físicos que permitan garantizar la duración incluso de simulaciones tan poco útiles como una nube artificial. ¿Se trataría, acaso, de una glosa irónica a la consigna política de los viejos comunistas: “dominaremos el viento y la lluvia”? ¿empeño por apartarse de la presión de economistas y políticos que piden que la investigación científica se centre en problemas concretos de la sociedad contemporánea? ¿empeño de comprobar en qué medida un aficionado puede indagar direcciones olvidadas por la ciencia con su visión amplia? ¿Un parangón con la actividad de prospección de los primeros automovilistas y aviadores que tampoco sabían explicar para qué servirían sus investigaciones y que, sin embargo, no abandonaron? ¿Un retorno a las raíces alquímicas del conocimiento? ¿Una advertencia?
El esfuerzo de Jana Kalinová suscita una serie de preguntas que dan que pensar. Por eso cabe considerar la malograda nube como la mejor intervención en el espacio público de Praga que tuvo lugar en los últimos años. Sin lugar a dudas, es un desafío a los especialistas en materia del comportamiento de los gases y una invitación a que contribuyan a la solución de los problemas constatados. Cuando un día puedan descansar en la sombra de un nubecita móvil, quizá den gracias a los artistas que no tuvieron en poco las utopías.

01.03.2005