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Suena a ArteRevista Umělec 2005/301.03.2005 Tony Ozuna | Arte Sonoro | en cs de es |
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Hoy en día en las galerías, especialmente en las checas, uno apenas puede disfrutar del célebre silencio de los museos. Aparte de la banda sonora espontánea de la producción de incultos conservadores y visitantes, los sonidos, susurros y ruidos en las instalaciones a menudo son también obra de los artistas expuestos.
La cantante de Sonic Youth, Kim Gordon, durante una entrevista para la revista Bomb se identifica con el artista canadiense multimedia Rodney Graham: “Lo que me interesa de la música, sin querer sonar pomposa, es su parecido con la arquitectura. Si la llevas contigo, te cambia el humor. Transforma cada medio en el que te encuentres, y cambia también tu medio interior, tu alma. Precisamente esta virtud cuesta describirla. No hay nada más que sea igual. Salgo de las tiendas porque no puedo aguantar la música”. Yo mismo no entro en un taxi si en él suena la música demasiado alta, o si no me gusta, y lo mismo vale para restaurantes y cafeterías. (Quizá estéis pensando que en Praga no tengo a dónde ir, y tenéis mucha razón.). En el caso de las galerias, soy sanamente conservador, lo que significa que no tolero el parloteo y los chismes de la gente que vigilan el Arte. A veces les pido que bajen la voz, lo que les irrita y hace que empiecen a hablar aún más alto, o que callen pero empiecen a seguirme, y durante el resto de la visita me echan el aliento al cuello. Me gusta observar una exposición en silencio, así que a las galerías debería entrar con auriculares. Pero eso no significa que no aprecie las exposiciones que se podían ver no hace mucho (invierno-primavera 2005) y que aprovechaban el ruido. Al contrario. La exposición de Tomáš Hrùza Leinbrock Ideal ver.0.2, en el Espacio Comunicativo de Školská 28, era una ocurrente istalación sonora interactiva que aprovechaba datos de software y cuatro antiguos molinillos de café. Los visitantes podían girar las manivelas oxidadas de los molinillos generando así sonidos digitales introducidos en el ordenador. La exposición ofrecía al público la posibilidad de improvisar música en un cuarteto. En mayo, Leinbrock Ideal subió de nivel hasta ver.0.3. y apareció en el Festival de Arte y Nuevas Tecnologías de Praga Entermediale 2. También se pudo ver Objectually Speaking, una exposición colectiva de sound art en la galería Futura, donde aparecieron nuevas obras de artistas locales e internacionales, como Mark Bain, E-AREA, Rocco Dubbini, Martin Janíèek, Aleš Killian, Ladislav Železný, Jana Matìjková y Silver. Los comisarios pensaron sin ironía en sublevarse frente al “silencio” de museos, instituciones artísticas y otros lugares que suelen intentar evitar los sonidos, «minimalizar la cantidad de influencias externas que podrían filtrarse y molestar». Pero ¿y las señoras que hablan en un rincón? Pregunto. Si los comisarios tenían en mente los museos de otro planeta, lo entendería. Pero los artistas, de forma más bien conservadora, incorporaron a la exposición sonidos de contrabajo y murmullos encontrados, sosteniendo con firmeza la norma asimilada de que el sonido como arte siempre tiene que equivaler a ruido. Por otra parte, aunque realmente no se trate de una obra acústica, las máquinas copulantes de Krištof Kintera Super Natural Special Real, en la Galería Švestka, forzaron el sonido hasta el máximo. Después de dos semanas, el ruidoso traqueteo, martilleo, rugido eléctrico e incesante golpeteo debieron llevar a la locura al personal de la galería. Y para los que iban sólo de visita, las simpáticas máquinas sexuales de Kintera debieron de ser un buen orgasmo para los oídos. Dejamos de lado el ruido pero seguimos en el reino del sonido: dos americanos, el compositor Robert Gluck y la artista visual Cynthia-Beth Rubin, expusieron en la Galería de Robert Guttman. Su proyecto acústico y visual Layered Histories (Capas de Historia) era un complicado trabajo interactivo que proyectaba un manuscrito hebreo iluminado (“la Biblia de Marsella”) como un libro de Arte hermoso y frágil que resalta el acercamiento de culturas (cristiandad, islam, judaísmo) en la España medieval. El texto narrativo, de significados superpuestos, imprimía una sutil banda sonora integrada por una escultura de sonidos, ruidos y fragmentos de música de la cultura judía. Una mezcla parecida de culturas en el tiempo moderno fue lo que intentó atrapar la joven artista danesa Pia Ronicke en su instalación Elysian Fields (Campos Elíseos), en la galería Display. El proyecto de vídeo y fotografía fue filmado en los Campos Elíseos del Este de Los Angeles, un parque muy abandonado al borde de los peligrosos territorios de las bandas de la ciudad, barrios habitados desde hace ya tiempo por inmigrantes mexicanos y asiáticos y que no hace mucho fueron saneados. De fondo, en el vídeo, suena Duke Ellington, que es escuchado desde la radio por la gente que está de pícnic en los Campos Elíseos, en un lugar que es común para muchas culturas diferentes, especialmente para bohemios e inmigrantes. Todas estas exposiciones contaban con los sonidos. De esta manera también operó Joseph Grigely, un artista americano sordo que expuso en la Gandy Gallery. “¿Qué pasa con los recuerdos del ruido y la voz cuando uno se vuelve sordo?”, se pregunta. Su exposición, titulada “Remembering Is a Difficult Job, but Somebody Has to Do It” (Recordar es un duro trabajo, pero alguien tiene que hacerlo”), presentaba vídeo y fotografía jugueteando entre sí: las fotografías de una isla tropical despoblada y de glaciares y un vídeo en el que el artista está sentado delante de la videocámara y canta con una voz ronca y casi indistinguible la melodía principal de “La isla de Gilligan“, popular comedia americana de los años sesenta. En otro vídeo, Grigely altera las sintonías de la televisión americana de los años sesenta: de anuncios de Marlboro y Schlitz (cerveza americana). Grigely nació sordo de un oído, a la edad de diez años perdió también el otro oído al caer y lesionarse el tímpano del oído sano. “La isla de Gilligan” y las sintonías televisivas son canciones de la infancia de Grigely que él adapta con la voz de su recuerdo y con el recuerdo de su voz. ...dilo con una canción El aprovechamiento de una canción, y sobre todo el aprovechamiento de la voz del artista en las canciones, es considerado por la mayoría de los artistas y críticos como un tabú; y los que actúan así son considerados “iconoclastas“, como Rodney Graham de Vancouver, cuya retrospectiva de este invierno en el MOCA, el Museo de Arte Contemporáneo de Los Angeles, presentaba su aprovechamiento de medios, incluida la fotografía, composiciones musicales, vídeos y otros proyectos audiovisuales. La exposición “Rodney Graham: A Little Thought” sigue el camino del artista multimedia que se considera como cantante y autor de canciones. Su entusiasmo por la música se manifestaba ya desde joven, cuando como estudiante de Arte colaboró con el grupo punk UJ3RK5 (léase you jerks), en el que tocaban, entre otros, estudiantes de Arte como Jeff Wall, Ian Wallace y el escritor ciberpunk William Gibson. Su trabajo más interesante, en la retrospectiva que se ha de abrir en septiembre en el Instituto de Arte Contemporáneo (ICA) de Filadelfia, es Photokinetoscope (2001). Se inspira parcialmente en Syd Barrett, el cantante de Pink Floyd, que murió antes de que el grupo acabara de grabar su segundo disco. A la edad de 19 años, Barrett rodó un documento fílmico sobre su primer tripi de LSD, cuando vagaba alrededor de Cambridge. Graham se inspiró también en Albert Hofmann, inventor del LSD, que tomaba LSD en su laboratorio de Basilea y después iba en bici a su casa. Estos dos hechos en Photokinetoscope son mezclados y reinterpretados. Graham toma LSD en el Tiergarten, el gran parque de Berlín, después va tranquilamente en bici por el parque, descansa a menudo, bebe té de un termo, mira el paisaje, y eso es todo. Gracias al sonido y a la imagen, el espectador puede imaginarse las reflexiones en la cabeza del artista. La banda sonora de esta película de cinco minutos está formada por una canción de quince minutos que Graham escribió directamente para esta película. En concordancia con la influencia de Barrett en el pop psicodélico en la canción aparece la célebre frase “Eres la clase de chica que le va a mi mundo”, de la canción de Barrett “Bike”. La película está grabada en un disco, así que cuando el espectador entra en la sala sólo ve un gramófono, un proyector y una tela vacía. Es él quien debe poner la aguja en el disco para poner en marcha el proyector. Puesto que la canción es más larga que la película, el film se repite, pero con otras asociaciones sonoras, así que mina la capacidad de Graham de explicar historias con tanta elegancia en películas cortas con principio, medio y final. Otra película de Rodney Graham es Rambling Man (El vagabundo, 1999), híbrido entre un videoclip y un anuncio de Marlboro, en la que el artista se acerca tranquilamente a caballo, como un vaquero, por el cañón hacia el espectador, cruza un arroyo, baja del caballo y canta una canción con una guitarra. La canción How I Became a Ramblin‘ Man (Cómo me convertí en vagabundo) no habla de cómo Graham llegó a ser un sin techo, sino que sus palabras juegan con una historia no acabada de contar: “My father once told me, ‘When folks can bear the sight, of a solitary type, I’ll tell you how I came to be just a ramblin’ man’” (“Una vez mi padre me dijo: “Cuando la gente pueda aguantar la visión de un tipo solitario, te explicaré cómo me convertí en un vagabundo””.) En otras obras, Graham sólo hace improvisaciones. Softcore (More Solo Guitar Music for the Love Scene, Zabriskie Point), 2001, reproduce una escena de la película psicodélica de los años sesenta Zabriskie Point, de Michelangelo Antonioni. Graham vuelve a revivir una escena poco conocida en la que practican el sexo en el desierto más de una docena de adolescentes desnudos, primero en parejas, depués en una orgía colectiva. Se grabó en el Valle de la Muerte de California, y la banda sonora la grabó Jerry Garcia, más adelante guitarrista del legendario grupo hippy californiano The Greateful Dead. Graham improvisa en su obra con la guitarra eléctrica y la acústica de manera similar a Jerry Garcia, toca melodías psicodélicas durante varias horas del material fílmico en la escena de la orgía en el desierto una y otra vez. Graham reconoce textualmente que en estas obras busca la voz que le permetiría una expresión más completa que obras apiladas con dificultad en otros medios. Y es que su trabajo acepta totalmente la música rock y pop, contradiciendo la postura de John Cage, que preferiría los sonidos por sí mismos. Cage durante muchos años intentó extraer sonido de cualquier cosa que pudiera producir satisfacción aunque fuera a un solo oyente del público, y la mayoría de artistas actuales que trabajan con el sonido tienen la tendencia a seguir esta actitud como un credo. Cage también decía: “Todo lo que hacemos es música”, así que en sus representaciones incorporaba no sólo radios, fonógrafos e instrumentos musicales convencionales, sino también el ruido de puertas, es decir, cualquier sonido, y sobre todo: nada. El componente fundamental indiscutible del sonido para Cage es el silencio. Lo que nos devuelve a las galerías de Praga, donde el silencio absoluto es un asunto no escuchado, y el aprovechamiento de sonidos en el Arte tiene sus subidas y bajadas.
01.03.2005
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