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Revista Umělec 2008/1

01.01.2008

Hana Tanimura | Teoría | en cs de es

Existe una delgada línea entre el genio y la locura, aunque a veces necesitamos que pase algo extraordinario para que recordemos este hecho. La obra de Adolf Wolfli (1864-1930), artista Suizo que produjo de miles de dibujos mientras se encontraba encarcelado en una institución mental, nos presenta una ventana hacia la mente de un hombre que pasó más allá de esa línea. Formalmente, Wolfli fue un esquizofrénico con tendencias pedófilas. Informalmente, fue un genio creativo y un maestro narrador.
Alguna vez considerado una amenaza a la sociedad, en la actualidad Wolfli está catalogado como uno de los más importantes representantes del Art Brut. Una amplia selección de sus dibujos, collages, textos y composiciones musicales están actualmente en exhibición en el Kunstmuseum de Berna, Suiza, como parte de una muestra retrospectiva.
La vida de Wolfli fue difícil. Huérfano a la edad de nueve años, el joven artista pasó por numerosas granjas en calidad de trabajador, en estas sufrió varias formas de abuso. Finalmente, en 1890, fue arrestado e internado en el Waldau Mental Asylum en las afueras de Berna por el intento de asalto sexual contra tres niñas pequeñas. Los siguientes 40 años de su vida transcurren en Waldau, en donde muere de cáncer intestinal a la edad de 66.
Sin embargo, su obra es asombrosamente tranquila e inocente para alguien que experimentó tanta violencia y esencialmente, sufrió el arrebato de su propia inocencia. Su obra vital –centro de esta retrospectiva- es una narrativa de 25,000 páginas en la que reinventa sus años infantiles y se convierte en el aventurero trotamundos Doufi (el nombre de niño de Wolfli), y su futuro como el glorificado salvador, San Adolf II. A diferencia de las obras de su contemporáneo “extranjero” Henry Darger (1892-1973), un buen sentido del humor está presente en la obra de Wolfli lo que, unido al conocimiento de su vida real, le agrega una manifiesta tristeza a su fantasía.
En “Rings of the Ocean and the Island” (“Anillos del Océano y la Isla”, 1914), una procesión de notas musicales forman un anillo alrededor de una forma de estrella, dentro de la cual se encuentra otro anillo, y otro, ad infinitum. Los efectos visuales de la espiral son desorientadores, pero existe un sentido de seguridad en la continuidad y resolución de cada círculo concéntrico. Las capas existen por sí mismas, con sus propios temas e imágenes, pero cada una está indisolublemente unida a la siguiente mediante un flujo narrativo.
En el primer capitulo de su obra biográfica, “From the Cradle to the Grave”, (“De la cuna a la tumba”), Wolfli describe su narrativa como “viajes múltiples, aventuras, ac-ciden-tes, cacerías y otras experiencias de una persona perdida, en, o, alrededor del globo terráqueo.” Pero siempre parece encontrar su camino.
Terminó “De la Cuna a la Tumba” en 1912, en ese momento, Wolfli inició su trabajo en “Geographic and Algebraic Books” ("Libros Geográficos y Algebráicos"), una colección de historias en las que el autor compra las ciudades que visitó con anticipación en su narrativa, y las reconstruye de acuerdo a sus diseños. Wolfli remodela todos los aspectos de la sociedad, incluyendo los paisajes urbanos, las instituciones sociales, la empresa pública y los sistemas de circulación. Su auto asignada misión, era imaginar la creación, paso por paso, de un mundo mejor.
En el último capítulo de los “Libros Geográficos y Algebráicos”, Wolfli, reinventado como San Adolf II, retrocede y toma una pausa para admirar sus creaciones y comenta que “Desde este punto, la región geográfica es estructura y se celebra en música”.
Ciertamente es verdad que el leer una obra de Wolfli utilizando únicamente imágenes como pistas es un reto, y para todos nosotros que no podemos leer su natal Suizo-Alemán, las obras de Wolfli parecen una serie de rompecabezas listos para ser descifrados como si de jeroglíficos se tratara. Pero hay más para decodificar que las imágenes y el texto; están las extrañas anotaciones del artista, sus cuadernos musicales de seis líneas que han fascinado a los psiquiatras, artistas y músicos por generaciones.
Probablemente, la mejor manera de describir su música es como “skittish” (impredecible, juguetona); tal como sus dibujos. Las melodías de Wolfli están “por todos lados” y meticulosamente organizadas al mismo tiempo. Cada composición sobresale por sí misma, pero también está compuesta para adaptarse a un punto específico de su narrativa y está conectado siguiendo una línea con sus otras obras por medio de un ritmo continuo que también permea sus escritos. Sus canciones son, en su mayoría, adaptaciones de valses y polcas con fuertes raíces en las tradiciones folclóricas de Suiza y, aún cuando sus combinaciones de piano-trompeta no serán la miel de todos los gustos, cuentan con un innegable número de seguidores que las han convertido en culto, los mismos que han contribuido enormemente a popularizar la “Musique Brut”("Música Bruta"). Los visitantes del Museo de Kunst tienen la rara oportunidad de escuchar algunas de las composiciones de Wolfli, que se dice fueron interpretadas por él en una trompeta de papel hecha a mano.
Como un maravilloso acompañamiento a la retrospectiva de Wolfli, el Museo de Kunst ha reunido obras de otros pacientes de la clínica Waldau y las muestra en dos habitaciones adyacentes a la muestra principal. Juntas, estas peculiares exhibiciones sirven como emotivos recordatorios de las fortalezas y debilidades de la mente humana, proponiendo, al final, un modelo de esperanza y renovación de cara a una gran adversidad.






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