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Cuando el Talibán destruyó las Estatuas de Buda…
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Cuando el Talibán destruyó las Estatuas de Buda…

Revista Umělec 2008/1

01.01.2008

Spunk Seipel | Propuesta | en cs de es

Cuando el Talibán anunció la destrucción de las estatuas de Buda en Bamlyan a finales del año 2000 en Afganistán, una ola de protestas recorrió el mundo. En todos los países Occidentales, la escena cultural estaba estupefacta y trató de detener la destrucción con inútiles solicitudes al Talibán. Uno de los aspectos preocupantes de esto fue cuan silenciosas habían sido las protestas de la escena cultural sobre las permanentes violaciones de los derechos humanos del Talibán y sin embargo, fue solo el destino de dos estatuas de Buda en un remoto valle Afgano, visitadas presumiblemente tan solo por un par de hippies perdidos en su ruta hacia la India durante los años sesenta y setenta, lo que causó la agitación del corazón de una persona inmiscuida en el sector cultural Occidental más que la discriminación, tortura y muerte de millones de personas. Una imagen frecuentemente muy difusa del Budismo apoyó esta agitación.
No hay duda que la destrucción de las estatuas de Buda fue un crimen y un símbolo del peor tipo de aberración cultural e ideológica. Uno se pregunta, como sea, por qué las protestas fueron tan encarnizadas entonces, cuando actualmente casi no se levantan protestas sobre un proyecto que conlleva la destrucción de un mucho más antiguo y que para la humanidad puede ser un mucho más significativo objeto de arte. Si se es optimista, se pueden encontrar cortas noticias en las últimas páginas de unos pocos periódicos. El asunto es la planeada y –para cuando este artículo se haya publicado- probablemente implementada, destrucción de unos petroglifos aborígenes en Australia.
Hablamos acerca de una de las más antiguas formas conocidas de representación artística de la humanidad, imágenes de animales y criaturas míticas que fueron talladas en miles de bloques de granito. Los expertos discuten que no existe nada comparable en ningún lugar y señalan que el significado de estos petroglifos es similar al de las pinturas en la gruta de Lascaux en Francia. Aún pueden ser hallados en la costa de la península Burrup, cerca del pueblo de Dampier en el noroeste de Australia.
Pero ahora, algunas de estas obras de arte deben ceder espacio para la expansión de un complejo industrial. El ministro conservador para el medio ambiente de Australia, Malcolm Tumbull, ha otorgado un permiso para que el gigante del petróleo y el gas Woodside Petroleum retire los petroglifos para ampliar sus instalaciones de almacenaje y transporte de petróleo y gas. Están en riesgo billones de dólares producto de la exportación de petróleo y gas al Japón y China. Uno de los campos de gas más grandes del mundo se localiza cerca de la península. Lo que es más, el gigante de los recursos naturales, Río Tinto, embarca su hierro desde Dampier. El polvo metálico naranja cubre los alrededores del pueblo dañando al mismo tiempo los petroglifos, lo que públicamente se niega, tanto por Río Tinto como por el gobierno de Australia Occidental.
En 1868, gran parte de los aborígenes que habitaban la península de Burrup fueron asesinados. Los descendientes de los pocos sobrvivientes resisten actualmente la destrucción parcial de su “Biblia”, pero pelean una batalla solitaria. El arte y cultura de los aborígenes no está muy valorado en Australia que digamos. Tampoco en Europa ni América, en el mejor de los casos, la gente se interesa en los aspectos folclóricos de los habitantes originales del continente. Una alternativa que ofrecía mover el lugar del complejo unos 40 kilómetros hacia el Sur y con esto salvar los petroglifos aborígenes ha sido rechazada por razones de economía. Las ganancias de las compañías se cuentan en los billones anualmente.
Muy probablemente, las rocas sean retiradas y terminen en un basurero. Tal como aquellas que se retiraron para la construcción de la primera planta industrial durante los sesentas. Desde entonces, yacen cerca del complejo de gas, sin protección contra los ladrones y vándalos tras una vieja reja, olvidados por el mundo. En este lugar y estado, ni cumplen sus funciones culturales para los aborígenes ni ofrecen a los científicos nuevas perspectivas.
Para la construcción de la presa Aswan en Egipto, los templos de Abu Simbel fueron cambiados de ubicación, entre otras cosas, sin importar los extraordinarios gastos. En Europa y América, actualmente se está colectando dinero para la reconstrucción de las estatuas destruidas de Buda en Bamiyan. En Australia, sin embargo, debido a unos pocos millones de dólares una de las más grandes y antiguas obras de arte de la humanidad será destruida y a nadie, aparte de los aborígenes, parece molestarle. En el sector cultural de los países occidentales no se escucha ninguna protesta.
El ejemplo de las estatuas de Buda nos muestra que no puede tener nada que ver el hecho de que Dampier es un lugar remoto. Es que ¿aún a la escena cultural le preocupa más la escasez de recursos naturales que las obras de arte? ¿O es que el arte aborigen es tan extraño a nosotros que la ocasión para las protestas siempre se escoge subjetivamente? ¿Qué demonios son un par de grabados en roca en comparación con esos amistosos rostros de Buda? ¿No es mucho más sencillo protestar contra algún diabólico Talibán que contra una compañía cuyas actividades, al final, aseguran la marcha eficiente de nuestra sociedad?.
Esta es probablemente la razón por la que nadie en el sector cultural este interesado en éste acto barbárico. Debemos tomar ésta oportunidad para recapacitar sobre cómo tratamos el arte de otras culturas y qué tan seriamente nuestra tormenta de protestas contra los Taliban debe interpretarse. Ciertamente, una protesta contra compañías mineras y del gas australianas debería tener una mayor oportunidad de triunfar.






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